Por Eva García, socia fundadora en Coaching on Focus, consultora de RR.HH., Bioquímica y Neurocoach.
El mes de mayo, después de la Semana Santa, la Feria de Abril y diferentes puentes locales, es un momento ideal para hacer balance a mitad de año de objetivos y metas. El problema viene cuando ese balance está descompensado. De repente, te das cuenta de que antes de que termine el mes de junio, además de tus objetivos profesionales, debes superar un montón de retos personales para poder ir pasando de pantalla, como si de un videojuego se tratara.
La declaración de la Renta, preparar el festival de Fin de Curso, el campamento de los niños, planificar y reservar las vacaciones de verano y un largo etcétera. Es un momento ideal para que aparezca en nuestras vidas uno de los invitados más polémicos: el estrés.
Mucho se habla del estrés desde hace décadas, y probablemente sea uno de los términos más ambiguos dentro de la Psicología. Es necesario, al igual que cuando hablamos de colesterol, distinguir el “bueno” del “malo”.
Podemos entender el Estrés bueno a aquel que nos motiva, que nos pone en funcionamiento y nos activa. La realidad es que funcionamos mucho mejor con niveles de estrés moderados. Pasado este punto óptimo de máximo rendimiento, nuestro organismo realiza un sobreesfuerzo que genera una tensión y provoca cambios no deseados, tanto físicos como psicológicos. La permanencia durante mucho tiempo en este estado de sobreesfuerzo es lo que conocemos generalmente como estrés, con su connotación negativa.
«La declaración de la Renta, preparar el festival de Fin de Curso, el campamento de los niños, planificar y reservar las vacaciones de verano y un largo etcétera. Es un momento ideal para que aparezca en nuestras vidas uno de los invitados más polémicos: el estrés».
No hay más que echar un vistazo a las páginas web de las Aseguradoras para ver la cantidad de recursos y esfuerzos invertidos en la prevención de esta gran pandemia social, a través de Guías, consejos, recomendaciones y cursos dirigidos a una adecuada gestión del estrés y una disminución de sus consecuencias.
Según estudios del University College de Londres hay una relación directa entre el estrés laboral y el riesgo de desarrollar enfermedades coronarias. En concreto, aumenta el riesgo en un 68%, al igual que se incrementa un 23% la posibilidad de tener un infarto de miocardio.
Asociamos en muchas ocasiones el estrés únicamente al ámbito laboral, a un entorno “agresivo u hostil” donde la carga de trabajo y la toma de decisiones están en la raíz del problema; sin embargo, no debemos olvidar que muchas veces son sucesos vitales de nuestra vida cotidiana o situaciones menores los que nos provocan un mayor estrés. No todos sentimos el estrés del mismo modo, lo que para uno puede ser muy estresante para otro no. Por ello, no solamente tenemos que ver la causa o el desencadenante del Estrés como si fuera un factor externo, sino que nuestra propia respuesta al estrés es la que lo provoca o lo anula (factor interno).
«No hay más que echar un vistazo a las páginas web de las Aseguradoras para ver la cantidad de recursos y esfuerzos invertidos en la prevención de esta gran pandemia social, a través de Guías, consejos, recomendaciones y cursos dirigidos a una adecuada gestión del estrés y una disminución de sus consecuencias».
Encontramos un consenso entre científicos y profesionales de la sanidad sobre las consecuencias físicas del estrés que afirma que el incremento de ciertas hormonas produce el aumento de la tasa cardiaca y la presión arterial, mientras que otras provocan disminución inmunológica o alteración en el metabolismo del azúcar, como el cortisol; teniendo efectos directos como el desarrollo de diabetes, predisposición a enfermedades autoinmunes, bajo deseo sexual, bloqueos mentales, falta de sueño…..
Sin embargo, en lo que encontramos más dificultades es a la hora de entender por qué cada persona percibe y gestiona el estrés de diferente manera y en diferentes grados. Las características personales, el cómo percibamos las situaciones y las estrategias de afrontamiento que tengamos tienen mucho que ver.
«En lo que encontramos más dificultades es a la hora de entender por qué cada persona percibe y gestiona el estrés de diferente manera y en diferentes grados».
Existen multitud de herramientas para gestionar el estrés de manera más adecuada, tales como:
- Utilizar métodos de relajación, como la respiración, meditación, yoga o técnicas de Mindfulness.
- Buscar el apoyo social ante los primeros síntomas.
- Llevar una vida más saludable, alimentación sana, deporte y más horas de sueño.
En mi opinión, estos consejos son obvios y recomendables para cualquier persona, esté en las condiciones en las que esté. Precisamente la incapacidad de seguir estas pautas cuando estás sufriendo un estrés crónico te causa una mayor frustración. Lo que no te suelen contar es el camino que tienes que seguir para estar en condiciones de seguir estos consejos.
Si bien no creo que haya una receta mágica para lidiar con el estrés, sí que tengo claro uno de los ingredientes: “Respirar”, en el sentido de darse un respiro, parar, tomarse un minuto para pensar en lo que nos está sucediendo. Parece algo lógico y sencillo, y sin embargo no solemos pararnos a pensar qué nos está sucediendo, por qué nos sentimos bloqueados, qué estamos sintiendo; qué es lo que queremos hacer en ese momento.
Sin duda, un adecuado conocimiento de nosotros mismos nos ayuda a gestionar no solo el estrés, sino otros aspectos de nuestra vida.
«Si bien no creo que haya una receta mágica para lidiar con el estrés, sí que tengo claro uno de los ingredientes: “Respirar”, en el sentido de darse un respiro, parar, tomarse un minuto para pensar en lo que nos está sucediendo».
El Coaching, como herramienta de la Psicología permite realizar una exploración profunda que nos lleve a una reestructuración cognitiva, a una manera más adaptativa de evaluar las situaciones y enfrentarnos a ellas.
Algunos de los beneficios que conseguimos son:
- Tomar conciencia del problema, acotarlo a determinadas situaciones.
- Identificar los patrones de comportamientos que seguimos con la situación actual, otras similares y cuáles fueron los resultados.
- Evaluar si nuestra conducta es coherente y en qué medida estamos satisfechos.
- Reflexionar acerca del estilo de afrontamiento que tenemos ante las situaciones que nos provocan mayor estrés (evitación, negación, aceptación, distorsión…).
- Identificar la planificación que realizamos, si generamos expectativas, si tenemos control de la situación…
- Pensar en lo positivo que ha tenido la experiencia/situación respecto al aprendizaje.
- Definir el modo en que queremos resolver la situación o nos gustaría gestionar el tema definiéndolo de manera concreta.
- Conocer las herramientas de gestión al estrés que mejor se adapten a nosotros de una manera realista.
- Encontrar nuestras “parcelas de placer”, aquellas acciones que nos gusta hacer, los sitios donde nos sentimos bien, las personas que nos aportan positividad y apoyo.
- Aumentar nuestro autoconcepto, nuestra autoestima, la sensación de control y nuestro poder de relativizar.
Cuando vemos el estrés como un enemigo ya estamos dando la batalla por perdida. Veamos, por tanto, al estrés como un aliado, y así aprenderemos mucho de él y de nosotros mismos.
«El Coaching, como herramienta de la Psicología permite realizar una exploración profunda que nos lleve a una reestructuración cognitiva, a una manera más adaptativa de evaluar las situaciones y enfrentarnos a ellas».
“Allí donde el agua alcanza su mayor profundidad, se mantiene más en calma”
William Shakespeare