Fernando Ariza Rodríguez, director general adjunto en Mutualidad y presidente del Instituto de Actuarios Españoles
Cuando, hace unos 4.000 años[1], se creó el concepto de “seguro”, la humanidad dio un salto civilizatorio que sigue siendo hoy esencial para permitir la estabilidad económica y social gracias a la mutualización del riesgo. Sin embargo, hoy persiste lo que llamamos la brecha de protección del seguro: muchas personas no se aseguran o no aseguran sus bienes por desconocimiento, elevados costes o falta de la oferta adecuada. Para abordar este desafío, es clave fortalecer la educación financiera y la innovación actuarial en la creación de productos inclusivos y accesibles.
En mi opinión, para que ese elemento tan humano como es el seguro siga siendo parte de nuestro futuro, la transformación del sector asegurador debe basarse en la «regla de las 7 P’s»: principios inspirados en la Medicina Personalizada, Predictiva, Preventiva, Participativa y Poblacional, a los que desde el punto de vista de la industria aseguradora se suman Producto y Prima inclusivos. Este modelo busca que el seguro se enfoque en las necesidades individuales y colectivas, garantizando mayor cobertura y equidad para un acceso al seguro más equitativo y generalizado.
El seguro debe estar al alcance de todos, independientemente de ingresos o ubicación. Muchos ciudadanos carecen de protección por falta de opciones asequibles. La ciencia actuarial debe equilibrar personalización y mutualización para evitar que la segmentación -hoy posible en gran medida gracias a las innovaciones tecnológicas- excluya a los más vulnerables. El uso de big data e inteligencia artificial permitirá, y permite ya hoy, ajustar precios con mayor precisión, pero si se extrema la individualización, se debilita el principio solidario del seguro: la mutualización del riesgo.
«Es clave fortalecer la educación financiera y la innovación actuarial en la creación de productos inclusivos y accesibles».
Personalización: un enfoque centrado en el asegurado
El seguro debe adaptarse a las necesidades específicas de cada persona, dejando atrás los productos rígidos y estandarizados. Se trata de pasar de ofrecer coberturas genéricas a diseñar soluciones que respondan a vulnerabilidades concretas mediante asesoramiento y servicios adecuados.
En estos 4.000 años, no cabe duda de que la capacidad del sector para anticiparse a riesgos ha evolucionado, desde los primeros cálculos actuariales hasta el uso de inteligencia artificial. Hoy es clave considerar no solo la frecuencia y severidad de los riesgos, sino también la vulnerabilidad de cada individuo. Factores como salud, dependencia, estabilidad financiera y autonomía personal influyen en la exclusión social, e identificar estas vulnerabilidades permite prevenir riesgos antes de que ocurran.
¿Para qué tanto esfuerzo?, se preguntarán algunos. Tengamos en cuenta que el seguro no solo protege a individuos, sino que es esencial para la estabilidad social. Es necesario analizar las desigualdades de acceso y promover alianzas público-privadas que amplíen la cobertura. Modelos colaborativos en otros países han demostrado su efectividad para garantizar protección en ámbitos como catástrofes naturales, dependencia o salud. Y en mi opinión, España puede avanzar en esta dirección mediante políticas de inclusión aseguradora.
«El seguro no solo protege a individuos, sino que es esencial para la estabilidad social».
Sólo así, este salto civilizatorio que fue el seguro continuará siendo mucho más que un instrumento financiero: un motor de estabilidad y bienestar. Su futuro radica en acompañar, proteger y prevenir riesgos, adoptando este enfoque de las 7 P’s para ofrecer productos más inclusivos, personalizar coberturas y anticipar vulnerabilidades. Sólo así lograremos consolidar el seguro como la herramienta esencial para la seguridad y el progreso social que viene siendo desde la Antigüedad.
[1] https://www.farodevigo.es/ideas/miralfuturo/el-origen-de-los-seguros.html