Por Gema Fernández Melero, directora de Recursos Humanos de MetLife en Iberia y miembro del Comité de Dirección
Estos temas se abordaron en el I Foro Talento, Igualdad y Ciencia en el Seguro, que se celebró en Madrid el 15 de noviembre organizado por SegurosNews, Community of Insurance y Muy Segura..
Hoy en día, se habla mucho de diversidad, igualdad e inclusión; y muchos son los que todavía se cuestionan si es realmente importante. Pues, rotundamente, sí.
En mi opinión, hay muchos elementos que lo hacen vital, pero destacaré dos: talento e inclusión. Si queremos entender mejor a nuestros clientes, a nuestra sociedad, es más fácil tener en nuestro equipo a personas que representen todas esas voces internamente. Y el talento viene en diferentes tamaños y formas, por lo que, si solo contamos con una pequeña selección o grupo de personas, estaremos disminuyendo la posibilidad de contar con el mejor talento.
Lamentablemente, en una época tan difícil como la que atravesamos, la diversidad, la igualdad y la inclusión son valores estructurales en las empresas. Sobre todo, porque, según los últimos datos de Eurostat, la brecha salarial entre hombres y mujeres se encuentra en España en un 8,5%. Esta cifra, pese a que en España se redujo a la mitad en la década previa a la pandemia, evidencia que aún queda mucho camino por recorrer.
Creo que la igualdad de género debe actuar como un faro de guía para construir un futuro más seguro y sostenible para todos. Y en esta línea, el empoderamiento de las mujeres tiene que ser algo más que una métrica escrita sobre el papel y convertirse en un elemento clave de toda estrategia empresarial, teniendo en cuenta además aquellos escenarios, como los científicos, donde la visibilidad de la mujer es menor.
Según un estudio que en MetLife realizamos en Estados Unidos, la pandemia ha provocado un cambio de paradigma en las mujeres trabajadoras: casi la mitad de las mujeres afirmaron que la pandemia tuvo un impacto negativo en sus carreras, y casi dos de cada tres dejaron de trabajar durante este periodo. Pero, a pesar de ello, ocho de cada diez mujeres afectadas por esta situación se plantean seguir formándose en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM). Estos datos demuestran que, a pesar del revés del desempleo, las mujeres trabajadoras se niegan a resignarse y no sólo quieren volver a trabajar, sino que también quieren reciclarse.
«Según un estudio que en MetLife realizamos en Estados Unidos, la pandemia ha provocado un cambio de paradigma en las mujeres trabajadoras: casi la mitad de las mujeres afirmaron que la pandemia tuvo un impacto negativo en sus carreras, y casi dos de cada tres dejaron de trabajar durante este periodo».
La paradoja es que este tipo de carreras exige un mayor esfuerzo, sobre todo, en puestos de mayor responsabilidad, donde la conciliación laboral es complicada y es una de las causas que promueve el abandono. Por tanto, desarrollar y ofrecer las mejores políticas de conciliación, así como la igualdad de oportunidades, es crucial para el avance de la mujer en el campo de la ciencia.
Por otro lado, hay muchas investigaciones que demuestran que las organizaciones o equipos que son diversos son más productivos, son más innovadores, y son más creativos para resolver problemas que un equipo más homogéneo. En los equipos donde existe diversidad y cuentan con una cultura inclusiva, todas las personas colaboran activamente y las diferentes ideas, y perspectivas son escuchadas y tenidas en cuenta.
Ahora bien, ¿cómo se desarrolla una cultura inclusiva donde el talento y la igualdad son sus pilares clave? Esta es la pregunta del millón de dólares, si bien, su respuesta o proceso de creación es más sencillo de lo que parece.
Yo recomiendo ponerse en los “pinceles de un artista, de un maestro del puntillismo”. Una cultura inclusiva se construye como una pintura puntillista, persona por persona, con pequeños actos diarios de inclusión. Al igual que esta técnica pictórica que consiste en representar la vibración luminosa mediante la aplicación de puntos que, al ser vistos desde una cierta distancia, componen figuras y paisajes bien definidos, la inclusión crece dentro de los equipos con cada consideración que damos a perspectivas distintas a las nuestras.
«Yo recomiendo ponerse en los “pinceles de un artista, de un maestro del puntillismo”. Una cultura inclusiva se construye como una pintura puntillista, persona por persona, con pequeños actos diarios de inclusión».
Y es que construir una cultura inclusiva es el trabajo de pasar del compromiso a la acción, es el compromiso de garantizar que todos los trabajadores se sientan valorados, respetados y verdaderamente reconocidos por su individualidad, logrando así un futuro más igualitario y equitativo, sin estigmas ni estereotipos.