‘Muy Segura’ habla con la Dra. Paloma Fuentes, gerente de Felicidad en Mahou San Miguel. Entre el 16 y el 22 de marzo, la Dra. Fuentes formará parte del World Happiness Fest 2020,el mayor evento de Felicidad y Bienestar a nivel mundial.Se trata del foro internacional más grande, diverso, policéntrico e integral de expertos en felicidad y bienestar, líderes de opinión y agentes de cambio.
¿Puede contarnos qué significa ser la gerente de Felicidad en Mahou San Miguel y cuál es su misión?
Estamos en una organización donde la preocupación por la salud y por el bienestar de las personas es totalmente sincero. En los 32 años que llevo trabajando aquí, en mi experiencia, el bienestar y la salud de las personas han primado por encima de cualquier otro aspecto. Es una empresa humana y familiar.
Durante estos años, hemos venido haciendo una labor constante. Que haya una gerencia de Felicidad es un paso más en la evolución de esa historia de poner a las personas en el centro de la organización. Es un concepto transformador e innovador, pero es lo normal en nosotros.
Mi misión es transformar la visión que tenemos las personas acerca de nuestra salud y acerca de por qué venimos a trabajar. Estamos acostumbrados a hablar de talento, innovación, liderazgo y de todos estos conceptos ligados a la empresa. Para que todo eso funcione bien, tiene que haber una persona con una calidad mental buena. Esto significa tener la capacidad de saber que nuestra mente es la que dirige toda nuestra vida, de una u otra forma. Incluso los aspectos físicos, porque mente y cuerpo están unidos.
Para nosotros, trabajar en felicidad es trabajar esa calidad mental que nos permite desarrollar nuestro máximo potencial, la calidad de vida más elevada que podemos tener en cada momento. Esto implica entender que a la empresa no solo venimos porque nos pagan, algo importante y fundamental, sino que hay más cosas por las que debemos venir a trabajar. La cantidad de horas que pasamos en el trabajo es una oportunidad enorme de entrenar la calidad mental de la que hablamos.
Se trata de ver el trabajo como una oportunidad de crecimiento y desarrollo personal. Es una visión transformadora.
«Mi misión es transformar la visión que tenemos las personas acerca de nuestra salud y acerca de por qué venimos a trabajar».
Con su enfoque, Dra. da gusto pensar en venir a trabajar…
Claro, no solo venimos porque tenemos que cumplir un horario, hacer una labor y porque a final de mes nos pagan, algo que es fundamental. Pero lo más importante y transformador es que, además de eso, sepamos que cuando venimos nos estamos desarrollando como personas. Debemos aprovechar estas horas para entrenar nuestra calidad mental.
Tiene usted una gran responsabilidad.
Es una maravilla. Se trata de hacer consciente todo esto para cambiar nuestra salud física y transformar todo aquello que queramos, porque tenemos la herramienta perfecta para ello, que es nuestro cerebro.
Cuando habla de ser capaces de cambiar nuestra salud física, ¿quiere decir que hay dolencias y enfermedades que se podrían evitar gozando de una buena calidad mental?
Se podrían minimizar o prevenir. Hay estudios que demuestran que el 80% de las dolencias con las que cada día los españoles se sientan frente a su médico de Atención Primaria, tienen una base ligada a no saber gestionar una emoción, no saber afrontar una situación, no tener una respuesta adecuada ante algo que nos sucede en la vida.
Esto lo dice la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria. Imagina la revolución que supone cambiar todo eso. Y es que, realmente, nos enseñan muchas cosas pero no nos enseñan a afrontar la vida. Nos deben enseñar, fundamentalmente, que la vida es transformación y que cambia constantemente. Sobre todo, que es imperfecta y que vamos a afrontar las imperfecciones día a día a lo largo de nuestra vida. Tenemos que tener la mejor respuesta a cada una de esas imperfecciones. Y habrá algunas de ellas que no podamos resolver; en ese caso, nuestra mente también es fundamental para aceptar lo que venga y guardarnos energía para dar la mejor respuesta posible.
Hay una base de datos, Pub-Med, donde se publican la mayoría de los mejor estudios médicos relacionados con salud de las mejores universidades del mundo. Si introduces el concepto salud y felicidad en esa base de datos, cada año aparecen entre 15.000 y 20.000 estudios relacionando cómo los estados de emociones positivas generan salud física directamente; aumentan nuestras células inmunitarias, disminuyen nuestra respuesta inflamatoria general, y reducen nuestra respuesta al estrés malo.
Nuestros pensamientos tienen una incidencia en absolutamente todas las células de nuestro cuerpo. Lo que pensamos, lo que decimos y lo que hacemos, incide directamente sobre la salud de cada célula de nuestro cuerpo. No es inocente. La salud es una situación inestable que se construye cada día con lo que comemos, lo que nos movemos, lo que dormimos, y también con lo que pensamos, lo que decimos, cómo lo decimos, lo que expresamos, lo que sentimos, las amistades que tenemos. Todo eso construye salud cada día.
«Lo que pensamos, lo que decimos y lo que hacemos, incide directamente sobre la salud de cada célula de nuestro cuerpo».
Por remontarnos a su trayectoria profesional, Dra, ¿qué hitos identifica a lo largo de ella? ¿Cuáles han sido los momentos clave para usted por lo que le han enseñado, por lo que ha aprendido o por lo que ha disfrutado con ellos?
He disfrutado muchísimo de toda mi trayectoria profesional. En una vida hay momentos duros que tienen más que ver con la parte personal que con la profesional. Pero todo sirve para aprender y configurar lo que hoy soy. Nos pasa a todos.
Nací médico. Desde muy pequeñita, jamás pensé que pudiera ser otra cosa. En mi época, no era tan habitual, pero en mi casa no tuve ninguna duda de que estudiaría una carrera universitaria y que iba a ser médico. Jamás me he sentido diferente por ser mujer, o por nacer en un barrio de clase baja. También nací viajera. Mi padre me inculcó el amor por la aventura.
El primer libro que me regaló mi padre, cuando tenía cuatro años, era: ‘Tintín y los cigarros del faraón’. Me fascinó. El día que llegué por primera vez a Egipto, cuando ya tenía muchos años, lloraba de la emoción acordándome de mi padre. Y esto me ha pasado con todo lo demás.
Cuando era jovencita, el primer libro grande que leí fue ‘Cuerpos y Almas’, de temas médicos en la Primera Guerra Mundial. Curar, como interrelación humana, como ayuda, es el trabajo más bonito del mundo.
Soy una médico convencida, era muy brillante en la carrera y fui médico del Trabajo convencida, tras aprobar el MIR. Me parece que este medio es privilegiado para hablar con la gente, tenerla cerca, conocer a las personas, no solo cuando están enfermas, sino fundamentalmente cuando están sanas. Sirve para poder hacer una labor realmente de promoción de la salud, educación de la salud y crecimiento en salud.
Empecé a trabajar en Mahou San Miguel hace 32 años y siempre he sido la médico de Trabajo. Cuando en 1995 se aprueba la Ley de Prevención de Riesgos Laborales, hicimos algo que muy pocas empresas hicieron: dividimos las cuatro especialidades que constituyen la prevención: Seguridad, Ergonomía, Higiene, Psicosociología y Vigilancia de la Salud; en cinco especialidades, porque separamos la Psicosociología de la Ergonomía. A mí me designaron responsable de Psicosociología (Salud Emocional).
Empecé a trabajar en el estrés, que es el riesgo psicosocial por antonomasia. Tenía la doble visión: ser la médico de la gente y hacer las evaluaciones de riesgo psicosocial. Veía que en esta empresa hay muchas cosas buenas para que la gente pueda avanzar adecuadamente y facilitarle la vida. Y me di cuenta de que no teníamos puestos con un riesgo de estrés importante, ni siquiera moderado; pero sí que veía a gente con estrés. Había una discordancia. Un día, reflexionando, me di cuenta de que el estrés no solo es el trabajo, sino que venimos de casa con él, nos lo traemos y nos lo llevamos.
En la sociedad en la que vivimos, hacer grandes campañas contra el estrés laboral no tiene mucho sentido. Realmente, éstas eran bastante ineficaces. Lo que había que cambiar, fundamentalmente, era la visión que teníamos del estrés. En ese momento se había creado un área de Bienestar Emocional, de la que yo era responsable. Un día, hace nueve años, le propuse a la directora de Prevención que implementáramos un cambio en nuestro enfoque sobre el estrés. No tenía mucho sentido que intentáramos eliminar el estrés, porque no lo íbamos a conseguir nunca, al formar éste parte de la vida. Hay estrés bueno y estrés malo; podemos distinguirlo y depende fundamentalmente de cómo lo vivamos. Y ahí era donde teníamos que trabajar.
Según mi planteamiento, lo que tenía sentido es que tuviéramos personas estresadas pero felices. Me puse muy contenta porque, al cabo de muy poco tiempo, el director de RR.HH. (ahora de Personas y Organización), me mandó una convocatoria de un Congreso de Felicidad en el Trabajo en Coruña. Fue cuando pensé que iba en la dirección correcta. A partir de ahí, empezamos a hablar del concepto Felicidad.
El principio costó. Cuando una habla de felicidad en el trabajo, lo asemeja a una situación un poco frívola y superficial. Con eso estamos acabando: no hay nada tan serio como la felicidad de las personas. Lo que realmente importa es la esencial, que es la felicidad y la salud. Es cierto que, ligado al trabajo, hasta ahora se le ha venido dando una connotación peyorativa, y por eso también costaba avanzar en el concepto.
«Cuando una habla de felicidad en el trabajo, lo asemeja a una situación un poco frívola y superficial. Con eso estamos acabando: no hay nada tan serio como la felicidad de las personas».
¿Quizá porque la gente piensa que poner el foco en ello va a implicar un menor rendimiento, o tomarse el trabajo más ‘a la ligera’?
Eso es. Parece que se toma el trabajo de una manera no seria, no rigurosa, que se va a crear un ambiente que no corresponde a un ambiente de trabajo. Y nada absolutamente que ver con nuestra propuesta. La cuestión es que tienes que hablar de felicidad desde el rigor científico, desde la Neurociencia, con estudios que demuestran que hay mucha gente investigando en cómo nuestros pensamientos y emociones inciden directamente sobre nuestra salud, nuestro rendimiento, productividad y eficacia. Siempre hay que hablar desde el rigor científico.
Hoy, hablar de felicidad es algo normal en esta compañía. Es algo deseable, querido, buscado y hemos normalizado la felicidad en la empresa. Esa labor de sensibilización para avanzar en una situación de calidad mental ha ido generando una visión diferente de la felicidad.
El último hito fue cuando un día me llamó el director de Personas y me planteó ser la gerente de Felicidad. Nunca le agradeceré lo suficiente el coraje y el valor que tuvo con ese gesto. Le doy las gracias con muchísima frecuencia.
«El último hito fue cuando un día me llamó el director de Personas y me planteó ser la gerente de Felicidad. Nunca le agradeceré lo suficiente el coraje y el valor que tuvo con ese gesto».
¿Es éste un modelo a imitar en otras muchas empresas?
Si no a imitar, desde luego sí que a trasladar, cada uno con sus características. Integrar esa visión de que tenemos que venir a trabajar no solo por lo que venimos habitualmente, sino porque realmente es una oportunidad fantástica de ser mejores seres humanos y mejores personas. Eso es radicalmente transformador.
Aunque ya me ha avanzado bastante, ¿cree, por lo tanto, que la felicidad es un concepto tangible y medible? ¿Hay una serie de variables que influyen en ella? ¿Cuáles son?
Absolutamente tangible, incluso en la cuenta de resultados. La felicidad de una empresa u organización es la suma de la felicidad de cada persona. Es un estado mental, es pura química promovida por unas sustancias llamadas neurotransmisores, que son los que producen que tú estés alegre, triste, enfadada, ilusionada, enamorada… Nuestra mente es capaz de generar felicidad a voluntad, sin ninguna duda. Está demostrado.
Cuando entendemos que hay felicidad, entendemos que se trata de un estado transitorio, de satisfacción, ligado muchas veces al placer. Pero no tiene por qué ser así. Tú puedes ser feliz estando tranquilo sin un estado de euforia manifiesto. La felicidad es aquella situación de la mente en la que te encuentras a gusto y es capaz de llevarte a donde quieras ir. Es la ‘bomba’. Y se entrena.
Tengo dos grandes noticias para tus lectores. La primera es que todos nacemos con una zona del cerebro que está dotada solo para hacernos felices, la corteza prefrontal izquierda. Esa zona metaboliza las sensaciones agradables, que nos gustan: alegría, ilusión, entusiasmo. Cuando hacemos cosas que entrenan la felicidad, esa zona crece y, la siguiente vez, volver a reproducir esa situación de agrado es mucho más fácil.
La segunda noticia es la mejor de todas: nuestro cerebro es plástico. Es algo para aplaudir. Soy capaz de cambiar lo que no me gusta de mi vida porque tengo la herramienta perfecta para ello, ¿hay mejor noticia? No estoy predeterminado a sufrir, a quejarme, a estar a disgusto; sino que lo puedo cambiar. Me parece el ‘notición’ del siglo. Y, además, solo depende de mí.
Esas dos grandes noticias, que son fantásticas, las deberíamos de recordar todos los días de nuestra vida y no lo hacemos. Dejamos que el cerebro discurra por su lado, y cuando hace ésto, es muy ‘cuco’, no nos lo pone nada fácil a las personas para ser felices. Nos pone trampas constantemente para decirnos: ‘disgustado estás mejor’. Hay un estudio neurocientífico que demuestra que una situación de alegría intensa dura cuatro horas de media; y que una situación de tristeza dura siete días, excepto en el caso de los brasileños que tienen más predisposición a la alegría. Es maravilloso saber que podemos cambiarlo desde la consciencia.
«Nuestro cerebro es plástico. Es algo para aplaudir. Soy capaz de cambiar lo que no me gusta de mi vida porque tengo la herramienta perfecta para ello, ¿hay mejor noticia?»
Entonces, ¿cuál es la clave de la felicidad?
La clave de la felicidad es trabajar un cerebro con muchas cosas, pero sobre todo con cuatro grandes recursos: la consciencia; la coherencia (decir, hacer, pensar y sentir de forma coordinada); la flexibilidad (ampliar nuestra visión de la vida); y la salud. Debemos cuidar la salud de nuestro cerebro: comer bien, hacer ejercicio físico, dormir y descansar bien (que no es lo mismo). Cuando hablo de salud del cerebro, es importante cómo pensamos, lo que sentimos, lo que hacemos; cuidemos nuestras palabras, nuestros pensamientos y emociones. Y dediquémonos tiempo a nosotros, a reflexionar sobre nuestro día y sobre nuestra vida: qué me ha gustado, qué me ha molestado, por qué, en qué momento he sido más feliz… Nos pasamos el día haciendo, olvidando que para hacer hay que ser; y dejamos de lado ser. Reflexionar es conectar con nuestro ser; es fundamental que dediquemos una porción de nuestro día reflexionar sobre nosotros, porque eso es salud directa a nuestro cerebro y al resto del cuerpo.
«La clave de la felicidad es trabajar un cerebro con muchas cosas, pero sobre todo con cuatro grandes recursos: la consciencia; la coherencia (decir, hacer, pensar y sentir de forma coordinada); la flexibilidad (ampliar nuestra visión de la vida); y la salud».
Deduzco, Dra, que uno puede ‘dominar’ su propio cerebro y predisponerlo para que sea feliz, pero, ¿qué pasa con esos agentes externos que muchos creemos que nos están fastidiando: el jefe, un compañero pesado, una amiga absorbente, las envidias, las ofensas que recibimos durante el día…?
Eso existe, son las imperfecciones del día.
¿Tenemos que luchar? ¿Necesitamos una energía extra para quitarnos esos problemas de encima y seguir nuestro camino?
Al contrario, porque eso lo que hace es quitarnos energía. Lo que tenemos que hacer es aceptarlo.
Aceptación.
Eso es. Yo he definido 20 habilidades para entrenar a nuestro cerebro para la felicidad, y una de las claves es la aceptación, que no tiene nada que ver con resignarse. Resignarse es pasividad; aceptación es dinamismo: lo acepto y, a partir de aceptar lo que hago, me pongo en modo energía positiva para intentar solucionarlo de la mejor manera. Pero lo primero siempre es aceptar.
Y luego hay una cosa muy importante, para esas personas te diría que es la herramienta más importante: la compasión, es fundamental. Cuando alguien me quiere fastidiar, voluntaria o involuntariamente, lo que tengo que hacer es practicar compasión, decir: esa manifestación negativa contra mí es la manifestación de que el problema está en esa persona y no sabe manifestarlo de otra manera. Es una petición de ayuda, de socorro. Cuando alguien te intenta herir, te está pidiendo socorro. Lo digo convencida. Cuando practicas la compasión entendiendo que cuando alguien te intenta herir es una petición de ayuda, primero te estás poniendo un parapeto, te estás protegiendo del dolor que te causa; y, en segundo lugar, te pones en modo ayuda inmediatamente. Y eso solo genera cosas buenas en ti.
«Cuando alguien me quiere fastidiar, voluntaria o involuntariamente, lo que tengo que hacer es practicar compasión, decir: esa manifestación negativa contra mí es la manifestación de que el problema está en esa persona y no sabe manifestarlo de otra manera».
¿Se puede enseñar a ser feliz? ¿Y aprender?
No lo creo. Lo que yo hago es que acompaño, apoyo, muestro… Pero enseñar, creo que no. Muestro un camino distinto y el que quiere lo coge. Y acompaño en ese camino de cambio. Sí se puede aprender a ser feliz; cuesta, porque al cerebro le cuesta cambiar, pero estoy convencidísima de quese puede conseguir. Solamente hay que ser constante. Querer y ser constante. Y tener en cuenta que hay 20 habilidades concretas que hay que trabajar, alguna de ellas todos los días. Viene fenomenal para aumentar nuestra corteza prefrontal izquiera y generar plasticidad positiva en nuestro cerebro: el perdón, el desapego, la aceptación, la compasión, la apreciatividad, la generosidad, la gratitud… Cosas que todos sabemos pero que son habilidades que podemos entrenar para que nuestro cerebro sea cada vez de mayor calidad, para que sea un cerebro excelente, una mente excelente que nos lleve a la felicidad.
Eso es una gran noticia, Dra. Paloma…
Fíjate si el cerebro es plástico, que lo medimos. Hemos creado el cuestionario CHEF®, de habilidades específicas de felicidad. Ahora mismo tenemos casi 1.100 personas en la compañía que conocen cuáles son sus niveles de gratitud, generosidad, aceptación… Y tienen un plan de acción para trabajar en cada uno de elllos.
En estas más de 1.000 personas, ¿cómo han sido sus resultados?
Los resultados son buenos. Precisamente por eso queremos saber cuáles son las habilidades que más queremos desarrollar. Te puedo dar en primicia que la habilidad que nos ha salido más alta como organización en general a mí me encanta, y es el cuidado del otro. Es magnífico y reconfortante. Nos viene a confirmar lo que siempre pensábamos: que realmente, cuando trabajar en una empresa con esta filosofía, las personas están implicadas absolutamente en ello.
Sin embargo, tenemos que trabajar más en el autocuidado. Es muy interesante. Cuidar al otro pasa por cuidarnos a nosotros mismos, y eso no lo tenemos todavía asimilado.
¿Qué les falta a las empresa para tener trabajadores felices? Su puesto, ¿debería ser una realidad en más compañías?
Sin duda, y creo que lo será. Hay muchas empresas ya que trabajan en bienestar, no en felicidad, eso es importante. Muchas empresas trabajan en bienestar mejorando la calidad de vida de las personas. La felicidad es trabajar el bien-ser, algo diferente al bien-estar. Yo cambio y mejoro mi entorno con medidas de flexibilidad, de conciliación, con un taller de salud, haciendo campañas de nutrición, etc. Es muy importante y mejoro la vida de la gente: cambio el entorno para mejorar tu vida. Pero cuando trabajas en felicidad, cambias tu interior para mejorar el entorno. Comprendo que es una evolución y que cuesta. Creo que merece la pena escuchar el mensaje. Si es posible en Mahou San Miguel, con una tradición importantísima de personas en el centro, es posible en cualquier parte, incluso en una empresa con una sola persona, con mucho más motivo.
Es simple, es fácil, en el sentido de acceder a la información, sensibilizarte, entender los principios científicos en lo que se basa todo esto. Luego cada uno tiene su camino y va a su ritmo.
El día más feliz de mi vida fue en una conferencia en la que uno de los asistentes me dijo: Paloma, ¿cómo puedo llevar esto para que lo escuchen mis hijos? Ese es el éxito: que el compañero quiera llevar el mensaje a las personas que más quiere.
«El día más feliz de mi vida fue en una conferencia en la que uno de los asistentes me dijo: Paloma, ¿cómo puedo llevar esto para que lo escuchen mis hijos?»
¿Puede hablarnos de su faceta como women-coach? ¿Existe diferencia entre la felicidad del hombre y la de la mujer?
Como women-coach no he trabajado. Hice la titulación y tengo la especialidad. Creo que las mujeres necesitamos tener una visión distinta de nosotras mismas. La verdad es que no me gusta mucho hacer la diferencia entre mujeres y hombres; creo que puede haber diferencias individuales, mujeres que necesitan un acompañamiento distinto por sus circunstancias personales o por sus características personales.
Tradicionalmente vivimos en una cultura donde las mujeres somos más sacrificadas y estamos siempre pendientes de todo. Realmente, esto tiene una base científica: nosotras tenemos una mayor producción de oxitocina, que es la hormona social. Desde hace 200.000 años, nuestro cerebro se ha preocupado de generar más oxitocina para la supervivencia de nuestros hijos. Es Biología pura. Es verdad que, culturalmente, eso se ha transformado en muchas otras cosas que, probablemente, no tenía que haberlo hecho.
Tengo 61 años, jamás he puesto una lavadora y no sé freír un huevo. Y no pasa nada. Por qué. Porque no me interesa, nunca me he sentido distinta ni he sentido que tuviera que hacerlo mi compañero. Creo que cada uno hace las cosas que entiende y aporta qué es lo importante. Tenemos que saber qué es lo importante y lo que queremos aportar cada una de nosotras. Y prepararnos para aportar. Es importante que sepamos que la felicidad está en cada una de nosotras y que no es distinta la del hombre y la de la mujer.
Hombres y mujeres tenemos diferencias neurobiológicas en la configuración de nuestro cerebro. La mujer tiene un hemisferio derecho de mayor volumen que el izquierdo, al contrario que los hombres; con lo cual, la intuición, la comunicación y la capacidad de hacer más cosas a la vez está más desarrollada. Lo da nuestro cerebro derecho. También hay individualidades.
También hay diferencias en el tema de la oxitocina, porque nosotras estamos preparadas para la maternidad y la naturaleza es muy sabia. Fíjate si es importante esta hormona que, cuando una persona tiene estrés malo y se mete en una terapia de grupo, la propia oxitocina que va generando a raíz de estar implícita en ese grupo, va reduciendo los factores negativos asociados al estrés malo. Tener oxitocina para las mujeres es una maravilla.
En general, no hay grandes diferencias. Lo importante es que sepamos que nuestra felicidad no la tiene nadie, solo nosotros tenemos la llave de nuestra felicidad. Por eso te digo que yo no enseño a nadie, sino que cada uno coge lo que quiere coger. La clave de la felicidad es particular, individual e instransferible. Cada una de nosotras somos dueña de nuestra vida.
Y hay una cosa fundamental que tenemos que entender: la vida es imperfecta y está sometida a constante cambio. Eso es bueno y es malo. Es malo porque estamos en una situación agradable que sabemos que se va a acabar. Y es bueno porque lo malo no perdura y, además, sabemos que en cualquier momento somos capaces de cambiar aquello que no nos gusta.
Y luego hay otras cosas que me gustaría decir. La vida es energía y tenemos que tener claro en qué la utilizamos. Nuestro cerebro funciona al 100%, pero solo a la vez es capaz de funcionar un 2%. Ese 2% de funcionamiento que ahora mismo estamos utilizando, lo dirigimos nosotros. Es fundamental. Tenemos que saber dónde ponemos nuestro 2% de energía, ¿observando lo que no nos gusta, lo que nos destroza la vida, quién nos hace daño? ¿O atendiendo aquello que nos hace felices, que nos motiva, las personas que merecen la pena y que nos llenan de alguna manera?
Lo último que quiero decir es que la vida, cada día, es una inmensa oportunidad. Cada día que nos abrimos a la vida es una gran oportunidad de disfrutar de lo que nos gusta y de cambiar lo que no nos gusta. Y no son solo palabras bonitas, sino que realmente tenemos las herramientas para hacerlos. Es verdad y es salud. Es productividad, eficacia en lo que hacemos y hacernos mejores seres humanos.
«La vida es energía y tenemos que tener claro en qué la utilizamos. Nuestro cerebro funciona al 100%, pero solo a la vez es capaz de funcionar un 2%. Ese 2% de funcionamiento que ahora mismo estamos utilizando, lo dirigimos nosotros. Es fundamental».
¿Desea lanzar un mensaje para la mujer que constituye una parte muy importante de la audiencia de Muy Segura?
La gente me dice: qué bonito es ser gerente de Felicidad. Si yo te pregunto en qué trabajas: ¿en qué me dirías? ¿En qué trabajamos todos? ¿En qué trabajan las mujeres que trabajan en seguros? ¿Qué consiguen con su trabajo? En la felicidad de los demás. El sector asegurador trabaja en cuidarnos, protegernos y, en definitiva, en hacernos felices. Cada profesional, cuida de distintas maneras. La dificultad es distinta, en función de la profesión, pero la finalidad es la misma: que las personas se sientan cuidadas y felices.
Todas tus lectoras son gerentes de Felicidad de alguna manera. Todos somos necesarios los unos para los otros. Mi trabajo hacia ti, cuando lo hago bien, sea cual sea, te hace feliz a ti.Cuando alguien hace bien su trabajo, el resultado es una persona y un grupo de personas felices.
«Todas tus lectoras son gerentes de Felicidad de alguna manera. Todos somos necesarios los unos para los otros».
Inspirador !!! Gracias Paloma Fuentes
Coincido literalmente: muchas empresas pueden trasladar esta Misión y Departamento a sus Equipos. Más que nunca las Personas hacen la Diferencia (contribución al “button line”) o la Indiferencia (gasto)