El alzhéimer podría triplicar su impacto en 2050, si bien se esperan pronto medicamentos que frenen su evolución

El alzhéimer podría triplicar su impacto en 2050, si bien se esperan pronto medicamentos que frenen su evolución

Redacción ‘MS’-  El 21 de septiembre se conmemora el Día Mundial del Alzhéimer. La Confederación Española de Alzhéimer y otras demencias (CEAFA) lo celebra este año con el lema “Integrando la innovación. De la investigación al paciente”, un lema que se enfoca a la importancia de la investigación para obtener nuevos conocimientos, encontrar resultados y definir una atención óptima. En España, según la Sociedad Española de Neurología (SEN) se diagnostican cada año unos 40.000 nuevos casos y se estima que el 80% de los que aún son leves, están sin diagnosticar. La enfermedad constituye, de hecho, la primera causa de demencia en los países desarrollados y genera un importante impacto personal, familiar y sociosanitario, tanto por su frecuencia como por ser una de las causas más habituales de dependencia y discapacidad en el adulto.

En Euskadi, según la Asociación de Familiares y Enfermos de Alzheimer de Bizkaia (AFA) hay en torno a unas 43.000 personas diagnosticadas de alzhéimer, la mitad de ellas en Bizkaia. Según el pronóstico de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la enfermedad podría, además, triplicarse de aquí a 2050, con lo que alrededor de 130.000 vascos podrían, atendiendo a esta progresión, padecer esta patología en menos de treinta años .(139 millones de personas a nivel mundial).

Así lo detalla IMQ a través de un reciente comunicado.

El Dr. Alfredo Rodríguez-Antigüedad, especialista en Neurología de la Clínica IMQ Zorrotzaurre, recuerda que «el alzhéimer no es una consecuencia natural del envejecimiento, sino una enfermedad devastadora para las personas que la padecen y también para sus familiares y cuidadores informales, progresando de manera inexorable sin que hasta la fecha podamos detener su evolución. La demencia es una de las mayores causas de discapacidad en la senectud y los costes económicos para su adecuada atención social son muy elevados».

Estado actual de la investigación

Según explica el Dr. Rodríguez-Antigüedad, «la causa de la muerte progresiva de las neuronas en la enfermedad de Alzhéimer se resiste a ser desvelada. Hasta hace muy poco, el foco de las investigaciones se centraba en el depósito en el cerebro de una proteína, la beta-amiloide, y su supuesto efecto tóxico sobre las neuronas. La eliminación de esta proteína con algunos tratamientos experimentales no ha demostrado, sin embargo, curar la enfermedad. Afortunadamente, hay otros medicamentos que están finalizando y esperamos demuestren resultados positivos».

Los diferentes ensayos desarrollados hasta la fecha han ayudado al desarrollo de nuevas líneas de investigación, y es muy probable que en los próximos años dispongamos finalmente de medicamentos que consigan frenar la evolución de esta enfermedad. «Las neuronas dependen para sobrevivir y para su adecuado funcionamiento de las otras células que forman el cerebro, las células de la glía. Se piensa que las disfunciones de la glía pueden ser protagonistas en el alzhéimer. Igualmente, se atribuye cada vez más importancia al papel que juega el sistema inmunológico y a la acumulación de otras proteínas, como la denominada tau. Estas nuevas y prometedoras líneas de investigación hacen prever próximos e importantes avances en el conocimiento de la enfermedad de Alzheimer y su tratamiento», explica el Dr. Rodríguez Antigüedad.

La Dra. Elia Hernández, médica de la residencia vitoriana Arabarren hace, por su parte, alusión, a los factores de riesgo relacionados con la enfermedad:

  • Los factores de riesgo cardiovascular no solo están vinculados con infartos o accidentes cerebrovasculares (ictus). También influyen en el desarrollo del alzhéimer y otras demencias.
  • A pesar de la investigación que se desarrolla en todo el mundo, todavía no se conoce con certeza si la enfermedad es hereditaria. En algunas familias se ha demostrado que la enfermedad se hereda debido a un gen dominante.
  • Se ha observado esta enfermedad en personas con antecedentes de traumatismo craneal.
  • Las mujeres parecen ser más propensas que los varones.
  • A mayor edad, mayor riesgo.

Las fases de la enfermedad

Las personas que desarrollan alzhéimer pasan habitualmente por tres fases. Una primera cuyos síntomas son la pérdida de memoria y la desorientación temporal y espacial. Una segunda donde se constata pérdida de fluidez en el uso del lenguaje, dificultad para vestirse y necesidad de ayuda constante para realizar actividades cotidianas. Y una más avanzada, donde la incapacidad es grave, la persona enferma no puede valerse por sí misma, aparece la incontinencia urinaria y fecal, y se da un aumento progresivo de la rigidez muscular, de manera que el paciente precisará una silla de ruedas para, posteriormente, ser encamado.

Pese a su gravedad, el acceso al diagnóstico de esta enfermedad continúa siendo una excepción en el mundo, de acuerdo a los datos publicados en el Informe mundial sobre el Alzheimer 2022. En este mismo sentido, la Federación Internacional de la Enfermedad de Alzheimer (Alzheimer’s Disease International) calcula que un 75% de personas con demencia no son diagnosticadas, una cifra que podría elevarse al 90% en algunos países de medios y bajos ingresos.

El informe alerta, además, sobre la importancia de los apoyos posteriores al proceso de diagnóstico, desde el abordaje de todas las etapas de la demencia y el tratamiento de temas complejos como el uso de medicamentos antipsicóticos, voluntades anticipadas, eutanasia y cuidados paliativos.

La fase de la enfermedad resulta también fundamental para una adecuada planificación de recursos en el tratamiento y acompañamiento, así como para el cálculo de los costes asociados al apoyo tras el diagnóstico. La detección precoz y la planificación anticipada de la atención en las fases iniciales permitiría que los enfermos participar en el proceso de toma de decisiones para su atención posterior, al mismo tiempo que minimizaría la necesidad de que las personas cuidadoras tomen decisiones difíciles en momentos más complicados cuando la enfermedad haya avanzado.