Euskadi registra cerca de 3.400 casos de ictus cada año

Euskadi registra cerca de 3.400 casos de ictus cada año

Redacción ‘MS’- Cada año, Euskadi registra cerca de 3.400 casos de ictus. De ellos, el 80% de los casos, son prevenibles. Del total de los casos, el 52% se da en hombres y el 48 en mujeres y provocan anualmente una cifra en torno a los 1.400 fallecimientos. En cuanto a los rangos de edad, casi tres de cada cuatro ictus ocurren en personas mayores de 65 años. Con más de 5.000 altas hospitalarias al año en Euskadi por esta causa, se estima que los costes de asistencia sanitaria, incluida la rehabilitación, alcanzan los 35 millones de euros.

La relevancia del ictus entre las principales causas de muerte en hombres y mujeres subraya la conveniencia de sensibilizar a la población con respecto a las medidas de prevención. Por este motivo, la Organización Mundial de la Salud conmemora cada año, el 29 de octubre, el Día Mundial del Ictus.

Así lo detalla IMQ a través de un reciente comununicado.

Según recuerda el Dr. Juan Carlos García Moncó, especialista en Neurología del Centro IMQ Colón, en primer lugar es necesario distinguir entre las dos clases de ictus que existen: el isquémico y el hemorrágico. «El ictus isquémico se produce por una disminución importante del flujo sanguíneo que recibe una parte del cerebro. Se trata del tipo de ictus más frecuente (hasta el 85% del total) y su consecuencia final es el infarto cerebral, que provoca la muerte de las células cerebrales afectadas por la falta de aporte de oxígeno y nutrientes transportados por la sangre».

Por otro lado, la hemorragia originada por la rotura de un vaso cerebral origina un ictus hemorrágico. «Es menos frecuente, pero su mortalidad es considerablemente mayor. Como contrapartida, los supervivientes de un ictus hemorrágico suelen presentar, a medio plazo, secuelas menos graves».

Reconocer los síntomas

Para el neurólogo de IMQ, «es clave» reconocer los síntomas y actuar de manera precoz. Así, señala la pérdida brusca de fuerza o parálisis en una parte del cuerpo. «Habitualmente se produce parálisis de una mitad de la cara y del brazo del mismo lado. Según la localización y el tamaño de la lesión del cerebro, la pérdida de fuerza puede afectar a la mitad del cuerpo (hemiplejia) o tan solo a uno de los miembros (monoplejia). Cuando afecta a los dos lados del cuerpo a la vez se habla de tetraplejia, y en los casos más graves, el ictus puede dificultar la respiración y disminuir el nivel de consciencia, llegando a provocar el coma».

También se puede dar la hipoestesia, alteración de la sensibilidad en la misma zona en que se pierde la fuerza, la parestesia, sensación de acorchamiento u hormigueo, y la afasia, alteración del lenguaje. Ésta puede consistir en una dificultad para articular las palabras (disartria) o que el paciente emita un lenguaje bien pronunciado pero en el que se confundan las sílabas de una palabra, se cambien unas palabras por otras, o se utilice un lenguaje totalmente incoherente o incomprensible (afasia). En ocasiones, el paciente afásico aparenta hablar con normalidad, pero no entiende las órdenes simples que le dan, como por ejemplo que cierre los ojos o que levante un brazo.

La alteración de la visión puede ser también un síntoma de ictus y, en ocasiones, ser el único síntoma presente. Lo más frecuente en estos casos es la pérdida brusca de visión en un lado del campo visual o la visión doble. La ataxia, pérdida brusca del equilibrio y el vértigo, sensación subjetiva de giro de los objetos, son otros dos síntomas que pueden manifestarse tras un ictus.

Prevención: actuación sobre los factores de riesgo en el ictus

«El conocimiento de los factores de riesgo puede ayudarnos a evitar un ictus y otras patologías vasculares, porque muchos de ellos pueden tratarse con cambios en el estilo de vida, medicamentos o cirugía. El hecho de tener uno o más factores de riesgo no significa obligatoriamente que se vaya a padecer un ictus», puntualiza el Dr. García Moncó.

Algunos de los principales factores de riesgo son la edad, a mayor edad, mayor probabilidad; el sexo, más frecuente en hombres que en mujeres; la herencia, el riesgo es mayor en las personas con antecedentes familiares; la existencia de una enfermedad vascular previa; el consumo excesivo de alcohol (aumenta la presión arterial); fumar (tanto para el fumador activo como para el pasivo); el consumo de otras drogas, el sedentarismo, la obesidad, la diabetes, la presión arterial alta y tener niveles altos de colesterol.

¿Cómo actuar ante un ictus?

Los primeros minutos tras un ictus «son claves» en la evolución del paciente por lo que «es vital acudir al hospital cuanto antes. El tiempo que se gana es cerebro que no se pierde, cuanto antes se acuda al hospital se presentará menor volumen de cerebro dañado de forma irreversible». Una vez diagnosticado el ictus, «se procede a controlar la tensión arterial, la frecuencia cardiaca, temperatura, glucemia, saturación de oxígeno y las posibles alteraciones cardiológicas».

«En las primeras tres horas del ictus isquémico es posible en ocasiones administrar un tratamiento para liberar la obstrucción del vaso obstruido. Se denomina tratamiento fibrinolítico», que se administra en las Unidades de Ictus existentes de los Servicios de Neurología. Incluso en determinados casos se procede a la extracción del trombo mediante un cateterismo (trombectomía). «En dichas unidades de ictus se vigilan las dificultades que puedan presentarse para poder ingerir alimentos y de control esfinteriano. También se tratan posibles complicaciones como infecciones respiratorias, urinarias, trombosis venosas de extremidades, tromboembolismo pulmonar y otras. Por último, el paciente en ocasiones debe someterse a rehabilitación», concluye el neurólogo de IMQ.