Redacción ‘MS’- ¿Puede la tristeza por la pérdida de la pareja llevar al fallecimiento de la viuda? «Sí, se puede morir de pena, por vivir sin vida, sufriendo cada día. Sin embargo, hay que tener en cuenta que, según los recursos emocionales de la persona, afrontará el duelo de una forma más o menos saludable», pone de manifiesto Silvia González Martínez, psicóloga infanto-juvenil y de adultos de IMQ, en el marco de la conmemoración del Día Internacional de las Viudas, cada 23 de junio.
Esta efeméride fue constituida por la Organización de Naciones Unidas porque «a pesar de que hay más de 258 millones de viudas en todo el mundo, históricamente estas mujeres han pasado desapercibidas, sin apoyo ni medidas en nuestras sociedades».
Pero, ¿cómo es el proceso de duelo en estos casos? Según explica la psicóloga, el duelo, en sí, provoca dolor y es inevitable. «La viuda atravesará por un “túnel oscuro”; hay que pasarlo, permitirse estar triste, tener miedo, impotencia y avanzar. Es posible que le cueste disfrutar, por un tiempo, de las cosas que antes disfrutaba, pero encargarse de una misma cada día será la clave para continuar y llegar al bienestar. Dolerá siempre al conectar con la pérdida, pero la persona, al menos, elegirá no vivir sufriendo».
El sufrimiento, al contrario que el dolor, es opcional, es evitable; «inconscientemente podemos elegirlo, cayendo en elementos que intoxican la tristeza: dejándonos arrastrar por ésta o retroalimentándonos hacia lo que nos hace desdichados o víctimas» apunta.
Cuando fallece la pareja no sólo se conecta con la pérdida en casa, sino que la viuda se encuentra con situaciones delicadas como comidas, actos sociales o, incluso, vacaciones con amistades. Además, añade la psicóloga de IMQ, «la economía en casa puede no ser la misma y generar preocupaciones añadidas o, por otro lado, puede que se tenga que enfrentar a tareas que, aunque sean “pequeñas”, suponen mucho dolor y esfuerzo, por ser su pareja el que normalmente se encargaba de ellas».
Recomendaciones para hacer un buen duelo
Según señala Silvia González, lo importante sería equilibrar las emociones y permitirse sentir las que lleguen, es decir, aceptarlas. «Las emociones nos ayudan a sobrevivir, por lo que todas ellas son válidas. Si entiendes que no hay emociones negativas sino desagradables (tristeza, miedo, rabia, culpa…), podrás gestionarlas mejor, al no juzgarlas como negativas. Hay que permitirse la tristeza, pero no regocijarse en ella».
Para que haya una buena gestión emocional, «es vital sentirse útil, valiosa, a nivel de autoestima, sentir que se vale por sí misma y comprobarlo cada día». Otro punto importante es enfocarse en el presente: «Es natural que nos vayamos al pasado por lo que vivimos con esa persona desde la añoranza, y al futuro, por la incertidumbre de lo que vendrá. Estar en el aquí y en el ahora, no sólo nos conecta con lo que está ocurriendo desde la pérdida, sino también desde “lo que puedo hacer por mí” hoy, es decir, enfocarse en el presente ayuda a conectarnos con el control interno».
La rutina es otro elemento necesario para la psicóloga de IMQ. «Da orden, horarios y responsabilidad en el día a día». La rutina marcará la estructura donde sostenerse, sobre todo, en las jornadas en las que se está más floja emocionalmente. También anima a socializar y vincularnos. «Somos seres sociales. El amor y el cariño de los demás serán uno de los antídotos en estos momentos. Dejarse ayudar por personas del entorno también es autocuidado. Además, nuestro cerebro segrega endorfinas, serotonina, dopamina y la gran hormona del amor, la oxitocina», detalla la experta.
Otras recomendaciones son «descargar y asentar las emociones desde lo corporal. A través del ejercicio generamos endorfinas, necesarias para el bienestar. También, mantener el contacto con la naturaleza y centrarse en aprender algo nuevo, ya que la atención la enfocamos hacia la ilusión y la energía positiva. De hecho, concretamente, el trabajo con las manos ayuda a conectar y prestar atención al presente».
Recomendaciones para iniciar una vida en solitario
La nueva situación ha sido algo impuesto y no se puede hacer otra cosa que aceptarla para poder vivir con cierta paz. Por eso, es imprescindible que, aunque la viuda sepa que no es el mejor plan acudir a ese viaje o cena con todas las amistades y sus parejas, quizás sea mejor que quedarse en casa, sin que esto aporte nada. «Si la viuda se siente con un 4 o 5 de estado de ánimo, es posible que ese encuentro social le siente bien. Eso sí, si se siente con un 3, quizás le venga mejor estar tranquila en casa». Además, el hecho de saber que se está haciendo todo lo posible por gestionar las emociones propias, «le va a generar satisfacción, siempre y cuando se valore».
No obstante, matiza Silvia González Martínez: «en caso de sentir a las emociones como limitantes, afectando a todas las áreas de la vida de la persona en duelo, o que se lleva mucho tiempo tratando de estar bien, sería conveniente pedir ayuda profesional e iniciar una terapia psicológica».
Recomendaciones con las y los hijos
Por último, en el caso de que se tengan hijas e hijos, si son adultos, la experta recomienda a las viudas que se dejen ayudar: «que se arropen entre madre e hijos, si se puede, como una piña. Todos, en diferentes roles, están pasando por lo mismo y quién mejor que ellos para apoyarse entre sí».
Si los hijos son niños, la psicóloga de IMQ recomienda que no se escondan los sentimientos. «No se trata de tapar lo que se siente por protegerles, ni de verbalizar todo lo que se pasa por la cabeza. Hay que normalizar cada emoción y naturalizarla. Llorar es una expresión más, como lo es reír. Eso sí, siempre se deberá generar a las y los niños tranquilidad y seguridad, explicándoles lo que ocurre».
Dibujar lo que se siente puede ayudar a expresar y canalizar mejor las emociones. Silvia González también aboga por validar las emociones, sean las que sean: «es como se siente y siempre serán válidas».
Si alguno de los hijos es introvertido o reservado desde el punto de vista emocional, «simplemente se le puede hacer ver que se está ahí, ofreciéndole ese espacio para que exprese cualquier sentimiento que tenga. Expresándose la madre, como viuda, es posible que empatice y se sienta comprendido porque él se sienta igual, de la misma manera. Por lo que indirectamente habrá ayudado a su hijo a entender mejor lo que siente o, incluso, gestionar mejor sus sentimientos», concluye la psicóloga infanto-juvenil y de adultos de IMQ.