Redacción ‘MS’- El cáncer colorrectal es una de las neoplasias más frecuentes en los países occidentales. Es el tercero en varones después del cáncer de próstata y de pulmón, y el segundo en mujeres, tras el de mama. Además, cuando se consideran conjuntamente ambos sexos, pasa a ser el tumor maligno más frecuente, con una incidencia entre 30 y 50 casos por cada 100.000 habitantes. A pesar del avance experimentado en los últimos años con respecto a su tratamiento, constituye la segunda causa de muerte por cáncer. Así lo detalla IMQ a través de un reciente comunicado.
«A pesar de que en los países desarrollados se ha observado una cierta estabilización en la incidencia del cáncer colorrectal —quizás por los programas que se han impuesto de prevención y por un mayor uso de la colonoscopia como técnica de elección en su prevención—, todavía es un reto bajar la incidencia tan elevada que existe. Además, se constata, de forma muy preocupante, un ascenso del cáncer de recto y colon izquierdo (descendente) en pacientes menores de 50 años, probablemente debido a factores ambientales». Estas palabras han sido puestas de manifiesto por la Dra. María del Mar Calvo Cenizo, especialista en Aparato Digestivo de IMQ, en relación a la conmemoración del Día Mundial de la Salud Digestiva, que cada año se celebra el 29 de mayo.
Entre los factores de riesgo que pueden contribuir a este hecho, dentro de esos factores ambientales la especialista destaca «el hábito tabáquico, el consumo excesivo de carne roja o procesada (incluyendo el embutido), la baja ingesta de frutas y vegetales, y el sobrepeso y la obesidad». Por el contrario, los factores que pueden disminuir el riesgo de padecer este tipo de neoplasia son la actividad física, la ingesta de fibra, frutas, verduras, frutos secos y pescado.
«Algunas personas especulan cada vez más con el papel de la microbiota intestinal y el riesgo de cáncer de colon, pero no hay todavía estudios con suficiente evidencia científica que demuestren que determinadas cepas sean motivo de este tipo de cáncer», aclara la Dra. Calvo.
Pero lo importante, según apunta, es «evitar el paso de pólipo a cáncer mediante unos buenos hábitos de alimentación y de vida y asumiendo que, aunque no haya antecedentes familiares de cáncer colorrectal, la prevención de este tumor es esencial por su prevalencia, siendo necesario participar en los programas de cribado a partir de los 45 o 50 años de edad».
La mayoría de los tumores se desarrollan a partir de un pólipo. No obstante, el proceso de progresión de pólipo a cáncer de colon es lento, pudiendo variar entre los 7 y los 15 años. «El problema es que los pólipos son entidades silentes, pudiendo crecer durante años sin síntomas. Por eso, en muchas ocasiones, sólo aparecen los síntomas en personas con lesiones de cáncer colorrectal ya en fases avanzadas. Ello condiciona que, fuera de los programas de cribado, la mayoría de los pacientes que acuden a la consulta presente tumores que han invadido toda la pared intestinal o han afectado a los ganglios locorregionales», explica la especialista en Aparato Digestivo de IMQ.
En este aspecto radica la importancia de los programas de cribado o prevención del cáncer colorrectal. «Con estos programas se ha intentado combatir la gran prevalencia existente, siendo efectivos. Hasta ahora, se han llevado a cabo entre las edades de 50 a 75 años, pero es en menores de 50 años donde se está empezando a ver un repunte de incidencia del cáncer colorrectal que antes no existía».
Así, la Asociación Gastroenterológica Americana ha bajado la edad para comenzar la prevención del cáncer colorrectal, recomendando su realización a partir de los 45 años, bien mediante una colonoscopia o bien mediante una prueba de sangre oculta en heces. De hecho, la técnica de elección para detectar pólipos, así como para confirmar los tumores ya establecidos, es la colonoscopia.
La difusión que han alcanzado las exploraciones endoscópicas ha comportado un cambio en la historia natural de los pólipos. En la actualidad, la mayoría se detecta en el transcurso de colonoscopias indicadas por motivos diversos o para el cribado del cáncer colorrectal y corresponden a pólipos de pequeño tamaño, los cuales no tienen traducción clínica. En los casos sintomáticos, la presencia de anemia por pérdidas de sangre oculta en heces y el sangrado constituyen las manifestaciones clínicas más frecuentes.
En este sentido, según explica la Dra. Calvo, «los pacientes que han desarrollado un pólipo colorrectal tienen mayor probabilidad de presentar otras lesiones durante el seguimiento. Este hecho es más frecuente cuando el pólipo inicial es múltiple o se trata de un pólipo grande, mayor de un centímetro. Por ello, una vez comprobada la extirpación de todas las lesiones, los pacientes deben participar en un programa de vigilancia endoscópica mediante colonoscopia completa». La periodicidad de esta exploración depende de las características de los pólipos resecados.
En los casos en los que ya está establecido el cáncer colorrectal, «la colonoscopia permite asegurar el diagnóstico mediante la toma de biopsias, mientras que los estudios radiológicos complementarios permiten determinar la extensión de la enfermedad».
La especialista en Aparato Digestivo de IMQ concluye señalando que el tratamiento de elección, en los casos en los que el cáncer está instaurado, es la cirugía. «La introducción de la cirugía laparoscópica ha permitido que la práctica totalidad de las intervenciones mencionadas pueda realizarse por esta vía de abordaje, con garantías de efectuar una resección oncológicamente adecuada. Según la extensión de la enfermedad, se valora la conveniencia o inconveniencia de añadir un tratamiento oncológico para completar la erradicación del tumor».