Isabel Guerra (pintora y monja cisterciense): «Cada uno tiene que mostrarse como es. La autenticidad en el arte es muy importante»

Isabel Guerra (pintora y monja cisterciense): «Cada uno tiene que mostrarse como es. La autenticidad en el arte es muy importante»

‘Muy Segura’ colabora en esta sección con WomanTalent de la mano de Beatriz Recio, su fundadora y CEO, con el objetivo de visibilizar diversos perfiles de mujeres profesionales, emprendedoras y líderes de esta potente y consolidada red, nacida en noviembre de 2014.

En esta ocasión nos acompaña Isabel Guerra, pintora y monja cisterciense española, de talla internacional.

¿Qué momentos más importantes ha atravesado en su recorrido personal y profesional? ¿Qué le han enseñado?

Me tengo que remontar a mis doce años, como habrás leído en algún sitio. Fue una edad en la que, prácticamente, decidí apostar por dos vocaciones o, más bien, por una única que integra las dos bajo el paraguas de la belleza. Y hablo de Belleza con mayúsculas, que todos sabemos dónde podemos encontrarla. Quien no lo sepa, es porque no lo quiere saber o porque no se quiere molestar en buscarla. A esa edad, tuve un momento muy especial: el día de mi 12 cumpleaños, mis tíos me regalaron una caja de óleos. Aquel momento para mí fue como una especie de revelación, tuve una sensación muy especial que aún no he olvidado. Cogí aquella caja de óleos en mis manos y supuso para mí un impacto muy fuerte.

Desde entonces hasta ahora, se puede decir que no he vivido de otra cosa. He dedicado mi tiempo a saber qué era eso de transmitir a los demás sentimientos y comunicar con el resto de una forma: con la pintura. Para mí esa es la comunicación de todo lo que uno siente y quiere contar.

«Todos sabemos dónde podemos encontrar la Belleza con mayúsculas. Quien no lo sepa, es porque no lo quiere saber o porque no se quiere molestar en buscarla».

Ese mismo año, empecé a sentir de verdad una llamada muy fuerte a la vida consagrada. A los 12 años no puedes sabes exactamente qué es eso, ni mucho menos analizarlo, pero sí que tienes una idea bastante clara de lo que quieres hacer en la vida y de la respuesta que quieres dar a esa llamada. Es cuestión de ir siempre a la expectativa y en búsqueda de dónde puede realizarse. Lógicamente, es un proceso que tarda un poquito. Yo tenía muy presente que era hija única y tenía mucha oposición, sobre todo por parte de mi madre; no porque a ella le pareciera mal la vida consagrada, sino porque no quería perderme o que fuera algo tan drástico como consideraba que era la vocación religiosa.

En esas estuve hasta los 23 años, que fue cuando realmente creí haber encontrado el lugar donde podía desarrollar mi vocación religiosa, el Monasterio Cisterciense de Santa Lucía (Zaragoza). En ese momento pensé que quizá tendría que dejar la pintura, después de tanto esfuerzo y de haber hecho exposiciones en Madrid, con lo difícil que era esto entonces. Pero me dejé llevar por aquella intuición de que aquello era lo que tenía que hacer. Lo cierto es que allí me dijeron que yo debía seguir con mi trabajo, que estaba claro que era mi vida y que era algo que se podía hacer muy fácilmente dentro de la vida monástica.

La misma Regla nuestra dedica un capítulo a los artistas y a los artesanos del Monasterio. Parece que estaba prevista esta situación y para mí fue muy bonito darme cuenta de que hay un capítulo en la Regla de san Benito, que parece que estaba pensado para mí… Es maravilloso.

Hasta la fecha, aquí me tienes, tratando, con altibajos y a trancas y barrancas, de llevar las cosas lo mejor posible.

«Tenía mucha oposición, sobre todo por parte de mi madre; no porque a ella le pareciera mal la vida consagrada, sino porque no quería perderme o que fuera algo tan drástico como consideraba que era la vocación religiosa».

Qué maravilla tener clara su vocación desde los 12 años…

Fíjate que me doy cuenta de que muchos pintores, es alrededor de esa edad cuando empiezan su trabajo. El mismo Velázquez comenzó a los 12 años en el taller. Y no digamos los músicos, que empiezan antes todavía. Es muy exigente, más de lo que la gente se cree. Si no empiezas muy joven a dedicarle tu vida y tu tiempo, te va a costar mucho, mucho. El arte es algo muy vocacional: o lo llevas dentro y te dedicas todo lo que puedes desde tus posibilidades, o puede ser muy difícil. Hay casos de gente que ha empezado mayor y luego se ha revelado como una figura; pero son los menos a lo largo de la Historia de las Artes. Fíjate Mozart, que con tres años ya componía. Es increíble.

Ser artista, además, es algo que no te permite poner paréntesis, es impensable. Estás siempre ejercitándote. Las Artes son tremendamente exigentes.

«El arte es algo muy vocacional: o lo llevas dentro y te dedicas todo lo que puedes desde tus posibilidades, o puede ser muy difícil».

¿Qué significa para usted el Arte?

Fundamentalmente, y eso se decía mucho antes, el arte es comunicación. Es una forma de comunicarte con los demás y de expresar todo lo que llevas dentro. Algunas personas lo expresan con la música, otros con la literatura… Dentro de las artes plásticas, la pintura es una forma de decir a los demás cómo ves la vida, pero sin preocuparte mucho de hacer demasiadas concesiones a cómo la ven los demás. Porque, entonces, ya estás completamente metido en esa burbuja de decir lo que los demás dicen y como los demás lo dicen.

Cuanto menos intentes ser como el otro, con una moda o con otra, más vas a ser tú; y, si más vas a ser tú, más coherencia y más originalidad vas a aportar a eso que quieres comunicar. Puede ser que encajes con algo de lo que esté en ese momento más a la vista, porque todos vivimos unas realidades muy parecidas en cada momento de la historia. Pero la forma de verlas y la forma de contarlas tiene que ser tuya propia. Esto es lo que nunca me ha importado que me digan: lo mío no es una lucha contra corriente.

«Cuanto menos intentes ser como el otro, con una moda o con otra, más vas a ser tú; y, si más vas a ser tú, más coherencia y más originalidad vas a aportar a eso que quieres comunicar».

No dejarse llevar por modas o corrientes, no debe ser tarea fácil…

Cuesta luchar contra corriente, como vulgarmente se dice. Pero creo que no hay que preocuparse tanto por si estoy o no luchando contra corriente, sino que hay que preocuparse de si estoy haciendo lo que debo de hacer y lo que yo creo que debo de hacer para comunicarme con coherencia y con veracidad. Sencillamente. Si uno está mirando su propio trabajo, sin preocuparse tanto de qué es lo que hacen los demás o cómo me miran los demás, verdaderamente está en el camino.

De hecho, creo que sería más importante ver si lo que estás haciendo llega al corazón de los demás, que pensar en cómo llegan o no llegan los otros al corazón de los demás. Mientras miras cómo llegan o no llegan los otros, pierdes tu tiempo y tu propio impulso. Estás preocupándote de comparaciones, y éstas no son buenas. Cada uno tiene que ser lo que es, realmente, y mostrarse como es. La autenticidad en el arte es muy importante.

«Cada uno tiene que ser lo que es, realmente, y mostrarse como es. La autenticidad en el arte es muy importante».

En este sentido, ¿considera que su faceta religiosa ha enriquecido su faceta de artista y de pintora? ¿Cree que se complementan? ¿De qué manera las enlazaría?

Las dos cosas. Si estás experimentando una forma de vida que es la que realmente tienes que vivir, lo haces con la alegría de pensar que, con sus dificultades y sus momentos de alegría, es la tuya, la que Dios te ha marcado. Es algo que alguien, por encima de todos los demás, te llama a vivir. Es una alabanza a la Belleza que entronca muy bien con las artes, porque si hay algo que busca un pintor, es la belleza. Y la Belleza con mayúsculas, naturalmente, para mí emana de la belleza de Dios.

Creo que la gente tendría que empezar a comprender que la belleza nos viene dada, y no nos la tenemos que inventar. Ninguna belleza inventada por debajo de lo que es la Belleza con mayúsculas, termina de ser belleza infinita, que no pasa, intemporal. Y esa es la que tenemos que buscar realmente los que nos dedicamos al arte. Es algo que no se va a pasar de moda, porque no lo es. Esta Belleza es un caldo de cultivo excepcional para el trabajo de un pintor. Todos conocemos la historia de los pintores que, cuando han querido hacer algo muy personal y muy potente, se han retirado completamente de todo y se han dedicado a hacer sus obras con pasión y sin que nada les distrajera de aquello, salvo la influencia que la belleza ejercía en su alma. Y de ahí han sacado obras maravillosas.

Hace poco estuve en París viendo los ‘Nenúfares’, de Monet. Es increíble pensar cómo lo hizo, qué maravilla y cómo se implicó hasta el fondo de su ser para hacer algo, no solo con su alma, sino a través de una técnica espectacular e impresionante. Desde que entras en el ámbito donde está expuesto, experimentas algo que es fuera de lo normal. Y, ¿cómo lo hizo? No precisamente buscando copiar a alguien, sino sacando realmente belleza de la que llevaba en su interior. Y esa belleza nos la dan como un don desde arriba desde que nacemos. Si se nos ha llamado a su búsqueda, seguro que la llevamos en el alma y, cuando nos paramos a realizar esa mirada interior tan necesaria, la vamos a encontrar seguro.

«Creo que la gente tendría que empezar a comprender que la belleza nos viene dada, y no nos la tenemos que inventar. Ninguna belleza inventada por debajo de lo que es la Belleza con mayúsculas, termina de ser belleza infinita, que no pasa, intemporal».

¿En qué obras suyas considera que ha conseguido plasmar esa belleza que busca y que lleva dentro?

Perdona, pero está por hacer. Soy terriblemente inconformista. En casa me llaman la eterna insatisfecha, porque nunca veo bien nada de lo que termino, quizá porque siempre espero poder hacer algo que esté un poquito más allá. Francamente, en ese sentido nunca veo grandes logros. No soy una persona que goce mucho de pensar: ‘qué bien me ha quedado esto’. Aún no me ha ocurrido, a pesar de que voy cumpliendo años.

«Soy terriblemente inconformista. En casa me llaman la eterna insatisfecha, porque nunca veo bien nada de lo que termino, quizá porque siempre espero poder hacer algo que esté un poquito más allá».

¿Cómo es su día a día? ¿Qué próximos retos tiene en marcha?

Mi día a día es como el de todas las hermanas dentro de la comunidad. Nos levantamos y la primera parte del día está dedicada, fundamentalmente, a la oración litúrgica, a la eucaristía y a organizarnos las tareas encomendadas de primera hora de la mañana. Todo esto está listo a las 9.30, y es cuando empieza la jornada de trabajo.

En el Monasterio tenemos un taller de restauración y encuadernación de documentos antiguos. La comunidad realiza un trabajo de encuadernación artesana. También hacemos recados normales que realizan todas las familias. Yo me vengo a mi estudio a trabajar en lo mío.

A mediodía, tenemos el rezo de la hora media. Nuestra función como monjas de la vida monástica es, precisamente, el oficio divino, que se reza siempre en el coro, cantado y solemne. Es nuestra característica fundamental y lo que la Iglesia nos pide: rezar en nombre de los hombres que tienen una vida mucho más compleja y mucho más de la calle.

Después de comer tenemos un rato normal de convivencia, que dura unos tres cuartos de hora, hasta las tres y media. Y luego reanudamos el trabajo hasta las seis y media, que es cuando rezamos vísperas, una de las horas más características del oficio. Y, el resto, es lectura espiritual y oración.

Si hay tiempos libres, tengo que dedicarlos, y con mucho gusto, a mi trabajo. Voy ‘arañando’ momentos por todas partes para poder aprovechar mucho más el día de trabajo. La vida de las hermanas es muy regulada y todos los espacios libres los empleo en mi oficio.

Por la noche cenamos pronto, porque nos levantamos muy pronto. En invierno, a las siete y media; y en verano una hora más tarde. Rezamos completas. Las hermanas se van a descansar y yo vuelvo a ‘arañar’ un par de horitas de trabajo por la noche porque, si no, no llego. Siempre estoy muy en lucha contra el reloj, contra los días y contra el calendario. Gracias a Dios tengo mucho trabajo y, algunas veces, trabajos muy atrasados. No tengo más que dos manos, una cabeza y dos ojos (risas).

El ambiente del Monasterio es muy propicio para un trabajo como este. Por Gracia de Dios y por llamada suya, he conseguido aunar dos vidas que se complementan y que se enriquecen perfectamente. No cabe duda de que en eso me siento muy privilegiada.

«Siempre estoy muy en lucha contra el reloj, contra los días y contra el calendario. Gracias a Dios tengo mucho trabajo y, algunas veces, trabajos muy atrasados. No tengo más que dos manos, una cabeza y dos ojos».

¿Por qué su vínculo con Womantalent?

Yo soy la primera admirada, porque no lo sé. Me llamó un día Beatriz Recio. Me conocía muy bien y quería que entrara a formar parte del grupo de Mujeres Influyentes que está creando en las distintas regiones de España. Y yo me siento muy feliz y encantada de pertenecer a este grupo.

Es algo muy bonito e interesante, más en el tiempo que vivimos. La mujer tiene que deshacerse de alguna manera y por fin de ese papel terrible que le han asignado durante milenios. Hablo, en general, de la mujer que, aunque tenga muchos valores, a la hora de la verdad no es más que el ‘florerito’, alguien que tiene que estar completamente subordinado a lo que digan los hombres. Aunque tenga, incluso, ideas que va aportando a la sociedad, luego no puede firmarlas, sino que tiene que hacerlo el de al lado, el caballero que se pone la medalla. Esto ha sido muy triste durante siglos. Ha habido, realmente, mujeres que han hecho música preciosa, y la han firmado hombres; que han estado pintando, y también han estado firmando hombres ya que, si ellas seguían pintando, ni siquiera tenían derecho a casarse. Y cosas de este tipo que son increíbles. Esto refiriéndome a las artes.

Si me refiero a la vida de la sociedad, la cosa es terrible. Me gusta mucho el trabajo que hace Beatriz. Yo pertenezco al grupo de Mujeres Influyentes de Aragón y el feminismo está llevado como yo lo entiendo: poner en valor a dónde puede llegar la mujer con todas estas mujeres fantásticas que forman parte de este grupo.

Realmente, están haciendo trabajos de dirección de empresas, trabajos de investigación, relacionados con la ciencia, con la tecnología y una serie de cosas que, antes, parecía que estaban exclusivamente destinadas al hombre. Resulta que hay mujeres que están desempeñando un trabajo extraordinario, con una calidad enorme y, al mismo tiempo, con muchísima modestia.

Ese es el verdadero feminismo: trabajar y demostrar que llegas a tanto y más que el hombre en tu trabajo. El otro feminismo, el del escándalo y la grosería, es precisamente anti-feminismo. Demostrar que vales mucho enseñando todo lo que Dios te ha dado, por ejemplo, me parece el ridículo y el absurdo más espantoso, porque eso es precisamente demostrar que solo con tu cuerpo vales algo. No, estamos hablando de que vales algo en un terreno intelectual. En lo demás, todos valemos lo mismo y somos diferentes, faltaría más.

«Ese es el verdadero feminismo: trabajar y demostrar que llegas a tanto y más que el hombre en tu trabajo. El otro feminismo, el del escándalo y la grosería, es precisamente anti-feminismo».

Lo que hay es una igualdad de derechos, de inteligencias y de capacidades individuales. Este grupo de Mujeres Influyentes son verdaderamente excepcionales e influyen en la sociedad porque tienen cargos importantes y tienen mentes muy claras. Estoy muy contenta de pertenecer y ser una más entre ellas. Hay un nivel de cordialidad y de amistad que se ha creado y es muy bonito. Creo, además, que el afán de superación es el que nos hace vivir felices y con ilusión.

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