Desde la reapertura de las fronteras y el fin de los confinamientos, las emisiones del transporte han aumentado rápidamente en los países en desarrollo.
Redacción ‘MS’- De todos los sectores de actividad, el del transporte es el más dependiente de los combustibles fósiles. Aunque su contribución a las emisiones globales se redujo durante la pandemia, aumentó drásticamente con la reapertura de las fronteras y el fin de los confinamientos. Las emisiones en los países en desarrollo han aumentado a mayor velocidad que en Europa o América del Norte. De acuerdo con el último informe difundido por Crédito y Caución, es previsible que esta tendencia continúe en las próximas décadas.
El acceso a financiación y los estímulos fiscales en Estados Unidos y Europa o el desarrollo de fuentes alternativas de combustible, como el hidrógeno limpio o los biocombustibles, serán elementos cada vez más importantes para apoyar la transición energética del sector. De acuerdo con el informe, la descarbonización del sector también pasará por reubicar industrias más cerca de sus mercados para reducir fletes, digitalizar el transporte de mercancías en busca de eficiencias para minimizar la circulación de camiones vacíos y la aplicar la economía circular a algunos elementos como los neumáticos.
El sector del transporte es heterogéneo y sus subsectores afrontan diferentes retos. Aunque los vehículos eléctricos de pasajeros están experimentando un crecimiento significativo en las economías desarrolladas, la insuficiencia de las redes de carga de vehículos eléctricos para respaldar la creciente demanda de electrificación de los consumidores es el principal riesgo para la reducción de emisiones de la movilidad terrestre. La descarbonización del transporte marítimo o la aviación aún requiere investigación y desarrollo.
Los elevados costes suponen una importante barrera para la transición. Los vehículos eléctricos siguen siendo inasequibles para muchos consumidores y la electrificación de flotas puede hacer mella en los balances empresariales. La inversión en otras fuentes de energía alternativas, como el hidrógeno, también es costosa. Las condiciones económicas actuales, con una inflación elevada y tipos de interés crecientes, suponen un desafío adicional. La empresas más pequeñas del sector serán las más vulnerables al aumento de los costes que supondrá la descarbonización de su actividad y su supervivencia dependerá de su capacidad para trasladar estos cambios a sus márgenes.