Por Mª Jesús Álava Reyes, presidenta de Apertia-Consulting y de la Fundación María Jesús Álava Reyes. También dirige el Centro de Psicología Álava Reyes y el Instituto de Bienestar Psicológico y Social.
Una píldora más con la que crece nuestra sección mensual en compañía de Mª Jesús Álava Reyes, con el objetivo de aportar algunas claves en materia de salud y bienestar emocional.
La frustración implica insatisfacción y desilusión, y con frecuencia va unida a sentimientos de tristeza, desánimo, e incluso de rabia.
Vivimos las consecuencias de una pandemia que nadie esperaba y que, un año después, sigue condicionando nuestras vidas.
Todos conocemos personas a las que les cuesta aceptar que la realidad sea de una forma determinada, que se enfadan cuando no consiguen lo que quieren y que exigen continuamente que las cosas salgan como ellos desean. Se trata de personas con una baja tolerancia a la frustración.
«Actualmente, el nivel de tolerancia a la frustración es bajo. Muchas personas están al límite y rápidamente se sienten frustradas, desencantadas y dispuestas a sufrir ante la mínima experiencia de contrariedad».
Pero la frustración en sí misma no es negativa, si sabemos reconducirla y aprender de las experiencias que nos han frustrado.
¿La frustración va unida a vulnerabilidad?
Sí, en gran medida, pues cuando más fácilmente se siente una persona frustrada, más vulnerable es emocionalmente. La regla es sencilla: a mayor capacidad de frustración, menor fortaleza emocional y menor seguridad en uno mismo.
Los psicólogos enseñamos a las personas a no hundirse ante las frustraciones, a ser realistas y racionales, para no provocar situaciones que nos puedan frustrar con facilidad.
«Cuando nos sintamos frustrados, conviene que analicemos qué falló».
Quizá fuimos poco realistas ante un hecho, quizá nos sorprendieron determinados comportamientos o reacciones, pero lo importante es que nuestra frustración no dependa de lo que hagan los demás. Si les damos el poder de frustrarnos, les otorgamos la capacidad de debilitarnos, y de condicionar profundamente nuestro estado emocional. Y de esa forma somos muy manipulables.
Cuanto más resistencia tengamos a la frustración, cuanto menos cosas consigan frustrarnos, más preparados estaremos para la vida de todos los días; seremos más autónomos y nos afectarán menos las conductas poco generosas o poco sensibles de los demás.
¿Qué es la frustración?
La frustración es una emoción que se produce tras evaluar e interpretar una situación en la que nos encontramos, y en la que nos sentimos mal. En esa evaluación comparamos nuestros deseos, objetivos y preferencias con la realidad, y observamos que no coinciden.
«La frustración es una emoción completamente normal, que nos avisa de que las cosas no han salido como queríamos y nos impulsa a intentar cambiarlas».
¿La frustración puede ser positiva?
En realidad, la frustración es positiva cuando nos lanza hacia la acción y hacia el cambio, para conseguir aquello que queremos.
Por ejemplo, siempre insistimos en que conviene que los niños tengan experiencias de frustración, precisamente para que puedan desarrollar recursos, habilidades y destrezas ante esas situaciones y, sobre todo, para que fortalezcan su resistencia y mejoren su capacidad de reacción ante la adversidad; de esta forma, las frustraciones les ayudan a crecer y desarrollar su inteligencia emocional. Si lo hiciéramos así, en nuestra etapa de adultos no sufriríamos cuando nos sentimos desilusionados o defraudados.
¿Cuándo la frustración se vuelve un problema?
Hay dos situaciones ante la frustración que se vuelven especialmente problemáticas y que causan un gran sufrimiento emocional.
- Hay personas que ante un sentimiento de frustración no lo aceptan, se llenan de ira y actúan de forma impulsiva, sin pensar en las consecuencias.
- También hay personas que reaccionan bloqueándose, y ante una decepción o una frustración entran en un estado de desesperanza, y al ver que las cosas no han salido como ellos querían, desisten de intentarlo.
¿Cuál es la base de la frustración?
La base de la frustración se encuentra en una idea irracional, que nos dice que las cosas deberían ser de una determinada forma, y que la gente debería comportarse con nosotros como esperamos.
Este razonamiento no tiene ningún sentido. Para que los demás se comportaran como nosotros queremos deberían estar pendientes de nuestro pensamiento y de nuestros deseos minuto a minuto, y… ¡nada más lejos de la realidad! Los demás no viven para cumplir nuestras expectativas, viven para ser felices, y eso a veces incluye que se comporten como no nos gusta.
Pensemos, por ejemplo, en una ruptura amorosa. Sin duda, generará gran frustración en uno de los miembros de la pareja, si no desea dejar la relación. Esa persona sentirá una gran decepción; una decepción completamente normal. Sin embargo, si esa persona se dice frases como “No debería haberme dejado… Esto no debería ocurrirme a mí…”, entra en la gran trampa que le conduce a la ira, a la desesperación y al bloqueo del que hablábamos anteriormente.
«Otro error muy común es pensar que las cosas que nos suceden son injustas, y no deberían ocurrir. Las personas que se centran en esa “injusticia” y se enfadan por todo lo que sucede a su alrededor, llegan a una situación en la que sienten tal indignación que no pueden controlarla. Experimentan un gran odio que les origina un malestar casi continuo».
¿Cómo afecta la frustración a las relaciones con los demás?
Cuando nos sentimos enfadados por el comportamiento de los otros, consideramos que nuestra forma de pensar es la correcta. El problema es que los otros, a su vez, pueden pensar que somos nosotros los que estamos equivocados y nos quieren hacer cambiar. Esto nos llena de rabia y de enfado, especialmente si pensamos que tenemos la razón.
Nos sentimos muy fastidiados y decimos cosas como: “No lo aguanto más”, “Los hechos deberían ser de otra forma”, “¡Cómo puede actuar así!”, “¿Por qué no entiende que tengo razón?”.
Este es el diálogo en el que entran las personas que tienen problemas para aceptar a los demás, y las cosas tal y como ocurren; es decir, no perdonan a los demás sus fallos, opiniones diferentes o conductas distintas.
Sin duda alguna, todo esto genera dificultades en nuestras relaciones con los demás. Las personas a nuestro alrededor nos ven como muy intolerantes, y terminan sintiendo que si no se comportan como queremos, terminaremos rechazándoles.
¿Cuándo vencemos la frustración?
Cuando aceptamos a los demás tal y como son, entonces nos libramos de la ansiedad y nos hacemos fuertes frente a la frustración. Y eso no significa que tengamos que cambiar nosotros, pero sí implica que sus conductas no van a condicionar nuestro estado de ánimo.
«Por el contrario, cuando nos enfadamos por la forma en la que actúan los otros, nos colgamos la etiqueta de “victimas” y nos sentimos indefensos ante lo que nos sucede».
Pautas para aprender a tolerar la frustración
- Cambia tus exigencias por preferencias.
Enfréntate a la realidad y a tu vida sin exigencias, aceptando que las cosas son como son y no como tú quieres que sean. En consecuencia, mantén tus preferencias como preferencias, y no dejes que se conviertan en exigencias.
- No dejes que lo malo te nuble.
Busca en las frases que te digas la raíz de tu malestar. Puede que tu cabeza te esté jugando una mala pasada y te esté diciendo que todo ha salido mal. Céntrate en lo que sí ha salido bien, en lo que sí has conseguido, y no en lo que no has logrado.
- Aprende de lo ocurrido, de la experiencia.
Analiza racionalmente lo que ha sucedido. Puede que esta vez te hayas llevado una desilusión y te toque aguantar la frustración. Pero si aprendes de lo que ha ocurrido, podrás sacar conclusiones que te ayuden a afrontar la situación con más inteligencia emocional la próxima vez.
- Cuida tu autocontrol emocional.
La intolerancia a la frustración en muchas ocasiones conduce a unas reacciones emocionales muy desproporcionadas. La más común de todas ellas es la ira o el enfado. La persona que no tolera la frustración siente que la situación no es justa y se enfada enormemente por ello.
Reflexiones que pueden ayudarte a superar la frustración.
Termino con una reflexión que sobre este tema plasmé en mi libro «Saca partido a tu vida».
“Con frecuencia nos sentimos mal cuando nuestras expectativas no se cumplen; pero en estas situaciones, en lugar de buscar culpables, intentemos aprender las lecciones que encierra cada desilusión. Recordemos que las frustraciones están llenas de enseñanzas. ¡Abramos nuestra mente!”.