Por Elena Mayor Lozano, CEO en EmotionHR y vicepresidenta de la Asociación Nacional de Felicidad de Personas y Organizaciones, Conciencia y Compasión.
Según datos estadísticos reales, las mujeres y muchos hombres seguimos gastando en belleza, entendida en sentido amplio (cosmética, moda, etc.), aún cuando la sociedad esté sufriendo una profunda crisis económica como la que sufrimos hace unos años, con más de cinco millones de parados en 2015. Incluso en esos momentos de profunda recesión, empresas como Inditex aumentaron un 15,4% su nivel de ventas (fuente Expansión).
Este dato no es anecdótico y su causa tiene unas raíces muy profundas. ¿Por qué es tan importante la imagen?
Invertimos en imagen por diferentes razones que tienen una base común que luego comentaré. La imagen es una manera de manifestar estatus. Para muchas personas, demostrar estatus es importante a nivel personal y profesional. No sólo alimenta su ego, sino que les ofrece oportunidades reales a todos los niveles. Alguien bien vestido es alguien a quien no se le presuponen ciertas connotaciones que pueden ser muy negativas en según qué contextos. En una negociación, el atuendo es fundamental para denotar poder. La ropa y las joyas pueden ofrecer una imagen de superioridad económica que puede sernos de utilidad en reuniones menos formales, pero cargadas de significado para muchas de nosotras.
«La imagen es una manera de manifestar estatus. Para muchas personas, demostrar estatus es importante a nivel personal y profesional».
Invertir en belleza es también importante en ese intento tan nuestro de combatir la edad. Los cosméticos de todo tipo e incluso la cirugía parecen adictivos entre las mujeres -también en los hombres, dicho sea de paso- porque la mayor parte de las personas adultas quieren mantener su imagen dentro del rango de edad universalmente aceptado como el más atractivo, es decir entre los 18 y los 38 años. Las niñas se maquillan para parecer mayores y las mayores lo hacen para parecer jóvenes.
Finalmente, otra causa para invertir en belleza es intentar cambiarnos porque no nos gusta cómo somos, aunque estemos en el rango de edad estrella y no tengamos problema para expresar estatus. Aquí tenemos desde quien desea hacer un cambio para mejorar algún rasgo personal, simplemente porque no les gusta su apariencia, mediante una cirugía, hasta las personas que no se aceptan literalmente y comienzan un peregrinaje sin final por los quirófanos, en la parte más extrema.
En todos los casos, ego, estatus, edad, necesidad de cambiar la apariencia, hay en el fondo una misma necesidad última, una carencia íntima de gran repercusión y valor en nuestras vidas y es una FALTA DE AUTOESTIMA. La falta de autoestima está en la base de todo esto.
«Los cosméticos de todo tipo e incluso la cirugía parecen adictivos entre las mujeres -también en los hombres, dicho sea de paso- porque la mayor parte de las personas adultas quieren mantener su imagen dentro del rango de edad universalmente aceptado como el más atractivo, es decir entre los 18 y los 38 años».
Y no estoy diciendo que cuidarse con cremas y deporte, hacer una dieta saludable o maquillarse sea un síntoma de falta de estima. Estoy diciendo que la obsesión por darle prioridad a todo esto, a costa de cualquier otra necesidad en nuestra vida, es un claro síntoma de que no nos aceptamos y no aceptarnos nos lleva directamente a no querernos.
Necesitamos querernos para vivir de forma sana. Cuando no tenemos autoestima no tenemos éxito profesional y sobre todo no disfrutamos de éxito personal. La baja autoestima está en la base de prácticamente TODOS los problemas psicológicos de los humanos. Sí, has leído bien. Me atrevería a decir incluso, que si consiguiéramos tratar a la gente de la enfermedad de la estima insana, dejaríamos sin clientela a los terapeutas. Para tener una vida saludable, necesitamos tener autoestima y, por esa razón, intentamos por todos los medios ganarla como sea, para poder vivir en equilibrio y bienestar.
El problema se presenta cuando identificamos buena autoimagen con buena autoestima, o dicho de otro modo, cuando nos queremos en gran medida si el espejo nos devuelve una imagen que aceptamos. Vincular la estima personal a la imagen en exclusiva es un ejercicio peligroso por varias razones.
«La baja autoestima está en la base de prácticamente TODOS los problemas psicológicos de los humanos».
El primer riesgo es el péndulo: tener una estima tan baja que intentemos mejorarla mediante la mejora desmedida de nuestra imagen exterior. En estos casos, podemos llegar a conducirnos de manera poco saludable, siguiendo una dieta extrema, o apuntándonos a cirugías por deporte que ponga en riesgo nuestra salud. La obsesión por evitar envejecer puede afectarnos mental y físicamente hasta hacernos enfermar. Por otro lado, cuando conseguimos, si lo hacemos, mejorar esa imagen a nuestro gusto, normalmente disfrutamos de un éxito rápido que suele tener un límite temporal. Lo normal es que vuelvan las dudas sobre nuestra valía y necesitemos una nueva cirugía para volver a sentir que aumenta nuestro valor. Eso ocurre porque realmente no está ahí la valía que los demás nos otorgan.
«La obsesión por evitar envejecer puede afectarnos mental y físicamente hasta hacernos enfermar».
La única buena y sana autoestima consiste en aceptarnos tal y como somos. Aceptarnos no significa pensar que somos perfectos e inmejorables, porque cada extremo suele ser la muestra de algo que no funciona. Quien se sobrevalora probablemente está sufriendo de narcisismo. La sana autoestima implica aceptarnos tal y como somos hoy, pero siendo conscientes de que debemos hacer mejoras. Aceptarse no significa conformarse, no es un “bueno, es lo que hay”. Aceptarse significa encontrar el valor que tenemos, tal y como somos hoy, es aprender a querernos.
Solemos centrar nuestra atención en nuestras imperfecciones, es natural, así funciona el cerebro por defecto. Se fija en los posibles peligros, en las amenazas, en lo que está mal para ayudarnos a conservar nuestro bienestar y nuestra supervivencia y por eso pasamos por alto aquellas características personales que nos hacen valiosos. Nos fijamos en esa horrible nariz puntiaguda y en la manía que tenemos de hablar demasiado, aumentando negativamente nuestro autoconcepto y no nos centramos en esos brillantes ojos llenos de curiosidad que nos hacen tan atractivos en el plano mental y en el físico, o en la persona sociable y cariñosa que somos con los demás. Uno de los trucos para cultivar una sana autoestima es apreciar lo que si tenemos.
«Solemos centrar nuestra atención en nuestras imperfecciones, es natural, así funciona el cerebro por defecto. Se fija en los posibles peligros, en las amenazas, en lo que está mal para ayudarnos a conservar nuestro bienestar y nuestra supervivencia y por eso pasamos por alto aquellas características personales que nos hacen valiosos».
Lo que no implica no intentar mejorarnos. Al contrario, aceptarnos significa también ser conscientes de nuestras áreas de mejora e intentar activamente mejorarnos a nivel mental y físico. Realizar mejoras a nivel físico o emocional que nos permitan sentirnos mejor con nosotros mismos denota, en gran medida, que nos queremos y nos atendemos. El peligro es centrar la mejora únicamente en la parte física. Cuando cambiamos nuestra imagen y seguimos sintiéndonos mal con nosotros mismos, tenemos una prueba clara de que no es suficiente.
El prototipo de belleza, para más inri, cambia con el tiempo. Si asociamos nuestra autoestima a nuestra autoimagen, corremos el riesgo de que el referente cambie, en un mundo en constante cambio. Corremos el riesgo de jugar con nuestra salud y nuestra vida. Haremos una cirugía de aumento de pecho y nos haremos tatuajes para sentirnos aceptados. Y en otro momento en que cambie la moda (si, existe moda en el tamaño ideal del pecho), tendremos que volver a operarnos para disminuirlo o para quitarnos los tatuajes. Basar ahí el grado de cariño que nos tenemos es una trampa.
«Aceptarnos significa también ser conscientes de nuestras áreas de mejora e intentar activamente mejorarnos a nivel mental y físico».
Entonces, dónde está el buen criterio y sobre todo, ¿qué hacer con nuestros hijos? Ellos son los grandes perjudicados en este tema porque aún están formando su criterio y son muy vulnerables a la influencia de las opiniones mediáticas. Ellos están formando también su autoconcepto, viendo cómo un buen físico les ayuda en el plano social y les diferencia de otras personas positivamente.
Yo pienso que no debemos intentar aislarles del mundo y sus influencias, ellos deben vivir en este mundo, pero debemos ejercer nuestro papel de padres, nuestra influencia es decisiva y tiene mayor poder que cualquier publicidad, aunque ahora no nos demos cuenta. Es interesante que nuestros hijos crezcan formando una estima sana basada en sus fortalezas. Es nuestro trabajo transmitirles que les queremos por lo que son y es bueno que les enseñemos a apreciarse con sus luces y sus sombras, a través de nuestros juicios positivos. Es bueno que les mostremos lo que son y lo que tienen, sus recursos personales innatos, sus fortalezas, y que sepan relativizar y contextualizar sus aspectos personales, físicos y mentales, que a priori no parecen tan positivos. Tenemos que enseñarles a aceptarse y aprobarse. Esto es, demuéstrale a tu hijo que te gustan todas esas cosas tan suyas, recuérdale sus éxitos en la vida, de la índole que sean y ríete con él de aquellos aspectos físicos o personales que parecen menos atractivos, pero que son tan adorables justamente porque son suyos.
«Es interesante que nuestros hijos crezcan formando una estima sana basada en sus fortalezas».
Mi hija hacía dieta excesiva a menudo porque pensaba que tenía un tamaño excesivo de trasero y se miraba continuamente al espejo preocupada. Por supuesto, su estupendo “culo” es una parte de su cuerpo especialmente bonita, como ahora reconoce. Pensé durante días qué decirle para que dejara aquella dieta, hasta que se me ocurrió demostrarle que las mujeres mas mediáticas tenían unos enormes traseros (véase, Jennifer López). Inmediatamente, comenzó a verse con mejores ojos. Y es que los cánones de belleza son relativos porque son cambiantes.
En este punto me gustaría entrar en otro tema, a propósito de la imagen, que parece contradecir todo lo que he dicho hasta ahora. En ocasiones, somos infelices porque determinada parte de nuestro cuerpo es objetivamente un problema para nosotros. Muchas personas tienen la posibilidad de sentirse mejor solucionando algo que para la mayoría es un problema de nuestro físico con una simple intervención. Personalmente, no estoy en contra de la cirugía, si es necesaria para reparar un problema emocional profundo. Si siento un profundo malestar debido a un elemento físico en mi imagen demasiado llamativo en el sentido negativo, quizá sea aconsejable tomar cartas en el asunto y actuar. En el otro extremo, hay cada vez más personas que inician un peregrinaje constante a los quirófanos que parece que terminará haciendo cambios de imagen que nos haga al final adquirir un aspecto muy similar, como si fuéramos barbies de serie. Si la obsesión por la estética de nuestra sociedad hace que eso termine ocurriendo, nos daremos cuenta de que cuando por fin seamos unas imágenes perfectas y todas iguales, seguramente encontraremos interesantes las imperfecciones. No hace demasiado se comentaba en las consultas de ortodoncia que ahora que casi todos contamos con una dentadura perfecta, se había puesto de moda la dentadura imperfecta con una pequeña abertura entre los dientes incisivos delanteros al más puro estilo Britney Spears, porque el mecanismo de las modas es sobresalir entre los demás y eso a veces implica la diferenciación.
«Si siento un profundo malestar debido a un elemento físico en mi imagen demasiado llamativo en el sentido negativo, quizá sea aconsejable tomar cartas en el asunto y actuar».
Por tanto, mejorarnos sí, es un signo de autocuidado y autoestima, pero no basemos nuestra valía por completo en una imagen mas o menos aceptada. Todas nosotras somos únicas y válidas y nuestro trabajo es apreciarnos tal y como somos ahora y siempre.