La vocecita interior y una historia de dinero

La vocecita interior y una historia de dinero

Por Ana Rodríguez, CEO de Empowered Supernova

Mentora en creación de riqueza, autora, conferencista internacional, directora de pódcast, advisor en la World Happiness Foundation y creadora del ágora de Dublín

Hace poco vi en WhatsApp una petición: ¿Sabemos de alguien que pudiese compartir su historia de felicidad para Muy Segura?

Mi yo del pasado habría optado por proponer a alguna persona que yo juzgase que tenía algo interesante, útil e inspirador que contar. Nunca habría pensado en mí misma. ¿Por qué? Es posible que a muchos os suena el “síndrome del impostor”, que gran parte practica.

Este síndrome del impostor, como yo lo entiendo, deriva de la creencia de que no somos suficiente, de que no somos valiosos, de que no damos la talla.

Esta creencia suele nacer en nuestros primeros años, en los que nos creemos todo lo que se nos dice porque, físicamente, no nos queda otro remedio: nuestro cerebro se encuentra en un estado similar al hipnótico hasta aproximadamente los siete años. A partir de aquí, seguiremos interpretando lo que ocurre a nuestro alrededor de tal manera que concuerde con las ideas que nos han inculcado.

Así es: a no ser que conscientemente tomemos la decisión de pensar de una manera diferente, nos pasaremos la vida tomando decisiones basadas en las normas y “verdades” de los demás. ¿Qué implica esto? Pues, nada más y nada menos que nos impondremos unos baremos ajenos según los cuales será casi, sino totalmente, imposible ganar la partida. Como aquello que nos contaba Einstein de que si juzgamos a un pez por su capacidad de trepar a un árbol, el pobre no a aprobar el examen por mucho que se empeñe.

«Este síndrome del impostor, como yo lo entiendo, deriva de la creencia de que no somos suficiente, de que no somos valiosos, de que no damos la talla».

Un buen día, me di cuenta de que no necesitaba trepar árboles para probar que yo era mejor que… vete tú a saber quién. Que no necesitaba qué sé yo qué resultados, seguidores, likes, dinero en el banco o cualquiera que fuera la medida antes de salir del armario. En mi caso, del armario financiero.

Y es que me dedico, entre otras cosas, a enseñar a invertir en bolsa y generación de riqueza. Sé que es una frase que a muchos les hace saltar las alarmas y que muchas ideas se apelotonan en la mente como queriendo que se las escuche primero: otra pirámide, otro esquema de hacerse rico rápido, la ley de la atracción que nunca funciona, un sacaperras…

Lo entiendo. Nuestra mente está programada para funcionar así, para protegernos de cualquier peligro, ya sea real o imaginario. Además, el dinero… levanta muchas ampollas.

Y es que solemos tener creencias contrarias respecto a él, de ahí que la pobre ley de la atracción tenga un lío que no se aclara: queremos más y por eso compramos lotería, pero nos da miedo tener mucho porque podemos perder a nuestros amigos y familiares. Nos encantaría acabar de pagar la hipoteca, comprarnos un cochazo, irnos de vacaciones meses enteros de una vez… Pero, ¡nos van a tener envidia! ¡Vamos a estar solos! Y menudo problemón el tener que gestionar tanto patrimonio y pagar un montonazo a Hacienda.

En mi caso, más de lo mismo. Tardé muchos años en caer en ello, pero por fin lo comprendí, que me había colocado un techo que me permitía vivir dignamente, pero siempre mirando las etiquetas.

Como nos suele ocurrir, este techo fue construido durante mi infancia y primeros años de juventud. La mayor influencia, como para casi todos, lo que se vive en casa, seguido por el entorno cercano de la familia, la escuela, el vecindario, la región, el país y el continente.

«Nuestra mente está programada para funcionar así, para protegernos de cualquier peligro, ya sea real o imaginario. Además, el dinero… levanta muchas ampollas».

Mis vivencias en casa me llevaron a creer que el dinero es muy difícil de conseguir, que hay que trabajar muy duramente para obtenerlo, que no somos de la clase que acumula mucho y que los que amasan fortunas es porque se aprovechan de alguien.

A menor escala, me ordené no hacer nunca más que mi padre ni llegar más allá que mi madre para así no darles el disgusto de hacerles sombra. Creo que ninguno se sentía especialmente exitoso y si yo llegaba más lejos les hacía sentirse aún más pequeños, aunque si yo me quedaba muy atrás, su papel como progenitores quedaba en entredicho. Como pisar el freno y el acelerador a la vez.

Ante este panorama, me dediqué a hacerme lo más invisible posible, a no mostrar mis habilidades ni compartir mis dones.

Como ya me queda menos por delante, me he dicho BASTA. Si llevo más de una década aprendiendo una materia, practicando a diario, estudiando profundamente, cometiendo errores y cosechando mejores resultados cada vez, declaro que soy apta para compartir esta sabiduría, que no es más que la puesta en práctica de lo aprendido.

Conozco la World Happiness Foundation desde hace unos tres años. Me enamoré del concepto desde el principio y soñaba que un día hablaría desde el escenario de uno de sus eventos. Pero mi necesidad de esconderme era demasiado fuerte hasta el año pasado, 2022. Una vez que decidí salir del armario, me llegó noticia de cuándo era el siguiente evento y me apunté. Ilusa yo, pensé que me estaba apuntando para dar una charla.

Se me ofreció ir de voluntaria, a lo cual acepté encantada. Al fin y al cabo, tiene sentido empezar por abajo.

Se me ofreció escribir un capítulo del libro “El poder de la felicidad en el entorno laboral” junto con otras bellas seis personas. Acepté.

Llegado el Festival de la Felicidad, sin aviso previo, se me colocó en el escenario, ante las cámaras, para hablar sobre la editorial World Happiness Press. Acepté.

«Me ordené no hacer nunca más que mi padre ni llegar más allá que mi madre para así no darles el disgusto de hacerles sombra».

Cuando escuchamos nuestra vocecita y decimos que sí a la vida, se nos presentan oportunidades que nos producen mucha felicidad y mucha dicha. Y esa sensación de que la vida merece la pena vivirse que no se logra cuando nos empeñamos en ser peces que escalan árboles.

¿Y qué pinta el dinero con todo esto? Yo creo que el dinero sí da mucha felicidad, porque nos otorga el poder de elegir. Mi propósito es enseñar a obtener dinero en pocas horas al mes para que así cada cual tenga tiempo y fondos para hacer crecer sus dones, esos que le dicta su vocecita. Y, después… ¡Ya se verá dónde nos llevan!

«Cuando escuchamos nuestra vocecita y decimos que sí a la vida, se nos presentan oportunidades que nos producen mucha felicidad y mucha dicha».