Por Mª Jesús Álava Reyes, presidenta de Apertia-Consulting y de la Fundación María Jesús Álava Reyes. También dirige el Centro de Psicología Álava Reyes y el Instituto de Bienestar Psicológico y Social
Constantemente convivimos con personas muy susceptibles en el trabajo, en la familia, con los amigos…, sus reacciones generan mucha incomodidad en su entorno, fácilmente se sienten heridas o incomprendidas, arrastran un cierto halo de victimismo y su vida gira alrededor de un sufrimiento muchas veces inútil y evitable, pero un sufrimiento real, que viven con mucho dramatismo.
Sin duda, las personas susceptibles lo pasan muy mal, tienen una dificultad permanente para disfrutar o sacar los aspectos positivos de la vida. Es como si todo lo vieran a través de un filtro que les impide ser felices.
Por otra parte, presentan ciertos déficits que agravan su situación; en general, tienen un sesgo cognitivo, que hace que sus interpretaciones sea poco racionales y habitualmente manifiestan ciertas dificultades o carencias en sus habilidades sociales.
«Las personas susceptibles lo pasan muy mal, tienen una dificultad permanente para disfrutar o sacar los aspectos positivos de la vida».
¿A qué se puede deber ese exceso de susceptibilidad?
La mayoría de las personas especialmente susceptibles, tienen un fuerte componente de inseguridad.
En general, son personas sensibles, emocionalmente vulnerables, que están muy pendientes de lo que hagan los demás.
En este sentido, su estado anímico está muy condicionado por la opinión o valoración de su entorno. Su inseguridad les crea mucha subjetividad. Fácilmente estar personas se sienten heridas o infravaloradas y, en muchos casos, pueden experimentar cierto resentimiento u hostilidad.
Casi nunca se encuentran satisfechas. Son personas difíciles, tanto a nivel de relaciones personales, como profesionales.
Su convivencia está impregnada por su permanente susceptibilidad; cualquier cosa les afecta, casi todo les parece inquietante y su insatisfacción es constante.
A nivel profesional no se integran bien en los equipos de trabajo, dificultan mucho la creación de un buen clima laboral; constantemente están planteando quejas y se sienten infravaloradas.
«Su estado anímico está muy condicionado por la opinión o valoración de su entorno».
¿Es considerado un signo de victimismo o dramatismo? ¿Son personas que quieren ser el centro de atención?
Con frecuencia las personas muy susceptibles adoptan el papel de víctimas, y tienden a dramatizar cualquier situación de su vida.
A su manera necesitan dosis extras de atención, y la buscan de forma permanente, para compensar su inseguridad y tratar de subir su propia autoestima. Este hecho hace que la relación con estas personas sea muy difícil, pues siempre están demandando más, y nunca parecen estar suficientemente satisfechas.
«A su manera necesitan dosis extras de atención, y la buscan de forma permanente, para compensar su inseguridad y tratar de subir su propia autoestima».
¿Puede confundirse la susceptibilidad con la fragilidad y la sensibilidad?
Sí, con frecuencia mucha gente lo confunde, pero son diferentes. Las personas frágiles presentan mucha indefensión; son excesivamente sensibles, su autoestima suele ser baja y sufren innecesariamente, pero no sienten resentimiento hacia los demás.
Las personas sensibles tienden a presentar mucha empatía y receptividad hacia su entorno. Se conmueven con los sentimientos y las situaciones que vivan otras personas. Puedes ser sensible, pero no susceptible.
«Las personas sensibles tienden a presentar mucha empatía y receptividad hacia su entorno».
¿Cómo reacciona la sociedad y su entorno ante este tipo de personas? ¿Acaban resultando intransigentes para quienes les rodean?
El entorno suele sentirse agotado, pues las personas muy susceptibles, además de intransigentes, tienden a presentar una insatisfacción permanente. Difícilmente se dejan ayudar, aunque aparentemente no paran de solicitar ayuda.
Su nivel de exigencia termina con la paciencia y las buenas intenciones de las personas de su entorno.
Por otra parte, crean un ambiente muy tenso y crispado, no disfrutan con las buenas noticias; sin pretenderlo “filtran” constantemente todo lo que viene del exterior y, al final, terminan convirtiendo en negativo cualquier acontecimiento.
En un sistema de vida como el actual, donde las prisas y la presión son constantes, estas personas acaban siendo rechazadas por la mayoría de los que están alrededor, pues sienten que todos sus esfuerzos son baldíos, que por mucho que lo intenten se chocan contra un muro y, con frecuencia, empiezan a sospechar que estas personas no hacen nada, absolutamente nada, por salir de su sufrimiento.
«Su nivel de exigencia termina con la paciencia y las buenas intenciones de las personas de su entorno».
¿Cómo superarlo? ¿La psicología puede ayudar?
Sí, afortunadamente la psicología tiene recursos suficientes para lograr que estas personas salgan de ese estado emocional tan lamentable.
En algunos de mis libros, como “la Inutilidad del Sufrimiento” y en “Emociones que hieren”, exponía varios casos de personas muy susceptibles que parecían empeñadas en ser infelices, pero que finalmente consiguieron salir de esas crisis permanentes.
El método que utilizamos es la reestructuración cognitiva; es decir, la confrontación o el análisis de esos pensamientos tan subjetivos, pero tan automatizados, que tienen siempre las personas muy susceptibles. Poco a poco empiezan a ver que sus pensamientos y sus valoraciones no se corresponden con la realidad y, de forma lenta, pero progresiva, consiguen implantar un nuevo sistema mucho más objetivo y realista.
En los casos muy resistentes, además de trabajar en el cambio de sus principales creencias irracionales, le facilitamos el control sobre sus emociones negativas (técnicas de autocontrol emocional, parada de pensamiento, autoinstrucciones…); de tal forma que la persona empieza a “respirar”, a ver un horizonte hasta ese momento escondido, que termina ofreciéndole una nueva visión de su vida.
Para ayudar a que superen esas relaciones tan “heridas” con las personas de su entorno, les facilitamos un entrenamiento en habilidades de comunicación; para que aprenden a no sentirse mal ante las críticas, a no verse continuamente agredidas, a profundizar en los sentimientos de los otros, a quitar tensiones, salvar obstáculos, facilitar encuentros…; en definitiva, les enseñamos a vivir de verdad, a encontrar lo mejor de si mismas, y de las personas que les rodean, a ver la vida con realismo y a encontrar algo vital, que hacía mucho tiempo que habían perdido, les enseñamos a ilusionarse de nuevo.
Estas personas merecen todas las oportunidades de ser felices, por lo que les damos nuevos recursos y habilidades que les faciliten su día a día, y les acerquen de forma positiva a esa vida que hacía tiempo se les mostraba tan esquiva.
«En algunos de mis libros, como “la Inutilidad del Sufrimiento” y en “Emociones que hieren”, exponía varios casos de personas muy susceptibles que parecían empeñadas en ser infelices, pero que finalmente consiguieron salir de esas crisis permanentes».
Reflexión final
El mensaje final es muy positivo: las personas susceptibles pueden acabar con su sufrimiento inútil, pero en muchos casos será necesario que busquen ayuda profesional; no pueden pasarse la vida exigiendo lo que los demás no les pueden dar, ni llorando por esas penas que, sin darse cuenta, ellas mismas crean.