Mª Jesús Álava Reyes, presidenta de Apertia-Consulting y de la Fundación María Jesús Álava Reyes

Qué sentimos cuando alguien nos falla

Por Mª Jesús Álava Reyes, presidenta de Apertia-Consulting y de la Fundación María Jesús Álava Reyes. También dirige el Centro de Psicología Álava Reyes y el Instituto de Bienestar Psicológico y Social.

¿Qué sentimos cuando alguien nos falla?, ¿o cuando creemos que nos ha fallado?, ¿o cuando nos debatimos en la duda de si realmente nos falló o somos nosotros los que estamos muy susceptibles?

Ese desencanto nos afectará más o menos en función de la cercanía o importancia que esa persona tiene para nosotros, pero, curiosamente, es uno de los motivos que más influyen en nuestra bajada de estado de ánimo y que más nos condicionan en nuestras relaciones futuras.

Hoy profundizaremos en esas emociones tan intensan que experimentamos y en cómo superar esa desilusión, a veces tan dolorosa.

«Ese desencanto nos afectará más o menos en función de la cercanía o importancia que esa persona tiene para nosotros».

Qué sentimos cuando alguien nos falla

Evidentemente, el sentimiento dependerá mucho de nuestra propia sensibilidad, y de la importancia o cercanía que tiene en nuestra vida la persona que nos falla. No es lo mismo si nos falla alguien de quien no esperamos nada, aunque sea un familiar cercano, que si nos falla ese amigo del alma, o una persona muy importante para nosotros.

Qué sentimos cuando alguien nos falla: muchas veces es una sensación de injusticia, de desencanto, frustración y hasta de amargura.

La sensación es peor cuando consideramos que no nos merecemos esa desilusión y que poco podemos hacer por reconducir la situación.

La realidad es que detrás de muchas situaciones en las que alguien nos ha fallado hay un problema importante de comunicación. Si en lugar de centrarnos en nuestra pena nos esforzásemos por escuchar a la otra persona y tratar de analizar las vías de solución, nos sentiríamos mejor; incluso aunque después de esa escucha sintiéramos que no hay nada que hacer, pero al menos nos quedaría el consuelo de haberlo intentado.

¿Por qué los adolescentes reaccionan de forma tan dramática cuando sienten que alguien les falla?

A veces nos cuesta entender por qué los adolescentes se ponen tan insoportables cuando sienten que alguien les ha fallado. La realidad es que el  adolescente y la adolescente viven esos fallos como si fueran puñales que les clavan en la espalda. Recordemos que los adolescentes se entregan con mucha intensidad y sufren de forma muy dramática los desengaños. Actúan sin defensas, y cuando otorgan su confianza, lo hacen totalmente.

El dolor que siente el adolescente es tan intenso, como duro es su juicio posterior. Son muy inflexibles a la hora de buscar razones que justifiquen la conducta de quien les ha fallado, les cuesta perdonar, pero lo que más les cuesta es relativizar. Fácilmente elaboran pensamientos irracionales y realizan generalizaciones. En esos momentos ya no es un amigo concreto el que les falla, es el mundo entero el que está deshumanizado; la vida pasa de ser algo muy agradable a convertirse en una carga insoportable; de repente nadie ni nada se salva, todo es un caos y ellos y ellas son las únicas personas honestas que existen.

«El dolor que siente el adolescente es tan intenso, como duro es su juicio posterior. Son muy inflexibles a la hora de buscar razones que justifiquen la conducta de quien les ha fallado, les cuesta perdonar, pero lo que más les cuesta es relativizar».

Que un adolescente o un niño no sepa relativizar los “fallos” de sus amigos, compañeros, hermanos, familia… entra dentro de la lógica del desarrollo evolutivo; lo que debe llamarnos la atención es que, según comentábamos antes, algunos adultos reaccionen ante los fallos como si fueran adolescentes heridos en lo más profundo de sus corazones.

Cuando alguien nos falla ¿nos afecta a todos por igual?

No nos afecta a todos por igual. Hay personas que parecen llevar un “juez” dentro, y constantemente enjuician, evalúan y sentencian a todos los que están a su alrededor. Las personas de este tipo resultan muy peligrosas, pues se consideran por encima del bien y del mal; suelen ser muy exigentes, con poca o nula objetividad, muy rigurosas con los “otros” y  muy generosas con ellas mismas.

Indudablemente, tienen una doble vara de medir, ¡y pobres de los que estén cerca!, pues nunca se sienten satisfechas con lo que los demás hacen.

Por el contrario, hay otro tipo de personas que actúan con mucha generosidad y paciencia; lo que no quiere decir que no lo sientan y lo pasen mal, pero intentan ofrecer nuevas oportunidades a quienes les han fallado.

«Hay personas que parecen llevar un “juez” dentro, y constantemente enjuician, evalúan y sentencian a todos los que están a su alrededor».

Las personas posesivas ¿cómo viven esos supuestos fallos de los otros?

Hay un perfil de “adultos” altamente perjudicial para los que los sufren, nos referimos a ese tipo de personas que creen que los otros en general, o alguien en particular, les pertenecen, que son de su propiedad. Aquí conviene que encendamos todas las alarmas, pues estas personas son capaces de amargar, hundir, aniquilar…; en definitiva, de generar el sufrimiento más horrible a su alrededor.

En este apartado tendríamos a los que piensan que sus parejas les pertenecen, que sus amigos son de su exclusividad, que sus familiares están para solucionarles sus problemas… Son las personas que manipulan, que provocan sentimientos de culpabilidad en los otros, que vuelven lo blanco negro, que no aceptan que alguien ya no quiera estar con ellas. Pasan de sentirse víctimas a convertirse en verdugos; de amarte con todas sus fuerzas un día a aborrecerte al otro; de “quererte” a odiarte.

Desgraciadamente, este tipo de personas abundan y son muchas las que deciden que todo lo malo que les pasa es por culpa de alguien, de alguien que, supuestamente, les ha fallado.

Cuidado, porque estas personas pueden ejercer auténtico maltrato, al sentir que alguien les pertenece.

«Hay un perfil de “adultos” altamente perjudicial para los que los sufren, nos referimos a ese tipo de personas que creen que los otros en general, o alguien en particular, les pertenecen, que son de su propiedad».

¿Cómo reaccionan las personas inflexibles ante los fallos?

Como ya hemos comentado en artículos anteriores, uno de los peores fallos que podemos tener es ser inflexibles e intolerantes.

La persona inflexible es incapaz de ceder; llega un momento en que sus ojos miran, pero no ven;  oye, pero no escucha; habla, pero no razona.

Cuando no analizamos con objetividad, irremediablemente juzgamos con parcialidad. Nuestros pensamientos están distorsionados, y lo que son comportamientos típicos del ser humano los vivimos como si fueran puñales que alguien nos arroja con el único fin de hacernos daño.

En definitiva, las personas inflexibles reaccionan como niños o como adolescentes incapaces de analizar con rigor y reaccionar con un mínimo de madurez.

«Cuando no analizamos con objetividad, irremediablemente juzgamos con parcialidad».

Reflexión final

Cuando sintamos que alguien nos falla, no pensemos que lo hace para fastidiarnos, pensemos que tiene derecho a ser así, con sus características y peculiaridades, con sus aciertos y sus fracasos. Respetemos de verdad a los que nos rodean, sintámonos dueños solo de nosotros mismos, y tratémonos con todo el cariño y paciencia del mundo, pues nadie nace sabio, pero sí podemos llegar a vivir con sabiduría.