Por Justo Zamarro, profesor y escritor.
Acaba de publicar su nueva obra, ‘Ciudad Sabina: Guía básica para sabineros‘. En ella, como en las canciones de Joaquín Sabina, la mujer tiene un papel destacado, que el escritor analiza a nivel de contenido y simbología.
Me lo cuenta mi amiga Lola en la barra del bar en el que hemos coincidido por casualidad. Después de felicitarme por mi nuevo libro, no tarda ni dos minutos en preguntarme qué pienso sobre algo que leyó hace poco en uno de sus vagabundeos digitales mientras esperaba su autobús. Me quedo de piedra y no doy crédito. Le pregunto de nuevo y me lo confirma. Una musicóloga y otros tantos se empeñan en afirmar -sin molestarse en argumentar- que las letras de Joaquín Sabina son machistas, así, sin más. Por lo visto la noticia es algo antigua, aun así, ha dejado algún tipo de cerco pegajoso en algunos seguidores. Gente que, abrumada por las imprecisas sombras de los políticamente correcto, no sabe bien cómo encajar el mensaje, o si éste tiene algo de sustancia. Lola le da un sorbo al café y me apremia a darle una opinión de experto, me dice. Lo veo en sus ojos, y es que hoy en día, los encajonamientos de ese tipo ponen la piel de gallina y uno comienza a dudar de todo, con complejos de culpa por haber pisado aquel hormiguero a los seis años, no haber quitado el tapón metálico de la botella antes de echarla al contenedor de reciclaje o haberse enamorado con esa canción de Sabina que tacharon de machista y que amenazaron con echar a la hoguera.
«Una musicóloga y otros tantos se empeñan en afirmar -sin molestarse en argumentar- que las letras de Joaquín Sabina son machistas, así, sin más. Por lo visto la noticia es algo antigua, aun así, ha dejado algún tipo de cerco pegajoso en algunos seguidores«.
Le digo que no me atrevo a decirme experto en la materia sólo por haber escrito Ciudad Sabina, pero que algo de idea tengo. Entonces le explico que dentro del universo creativo de Joaquín Sabina hay una fuerte presencia de la mujer. Por ejemplo, le cuento que según mi opinión la presencia de la mujer en sus canciones puede dividirse en cuatro grupos: la mujer invisible, la mujer fatal, la mujer rota y la mujer libre. La invisible no lo es porque tenga algún tipo de capacidad o superpoder, ni porque sea invisible para el resto, sino porque es a la que se dedica la canción sin participar en ella. Pongamos un ejemplo: cuando en Calle Melancolía se dice “me abrazo a la ausencia que dejas en mi cama”, se le habla a una amada que ya no está, que se ha tornado invisible en la realidad. Por otro lado, cuando habla de una mujer con más poderío -la mujer fatal-, no lo hace en ningún momento desde el aborrecimiento o el miedo, sino más bien desde la estupefacción, la admiración y el asombro. Ejemplo de ello sería cuando en Besos de Judas se asiste a la siguiente escena “si le pido quédate un poco más / se viste y se va”. Lola me da un par de ejemplos más, que le vienen a la mente, y se rasca luego la cabeza antes de preguntarme por la mujer rota. Le aclaro entonces que se habla de mujer rota para referirse a aquellas parejas sentimentales de los protagonistas, o a los perfiles femeninos, que se dejan arrastrar por una deriva destructiva. Es cierto que hay varios ejemplos de mujeres así en las canciones de Sabina, sólo basta pensar en Princesa, Barbi Superstar…, pero también se puede hablar de hombres rotos, pues la mayoría de los fulanos que aparecen por las canciones de Sabina las pasan canutas y asisten al espectáculo del mundo con una mezcla de alegría desgastada y búsqueda de vitalismo. Lo que pasa, le digo a Lola, es que las canciones de Sabina están escritas desde una óptica heterosexual, en la que personas de diferente sexo -qué triste tener que aclarar esto último por escrito en el siglo XXI-, se aman o se desencuentran (sabios de la RAE, acéptenme la palabra); y que la mayoría de los personajes de Sabina son hombres que, eso mismo, aman o desencuentran, a sus amadas. Para la mujer libre, el gran Sabina ya tiene en su haber la gran canción feminista de los años ochenta. Me refiero a Pisa el acelerador en la que se anima a la mujer a buscar su propio camino, a dejarse de tópicos. Entonces Lola tararea dos versos de la canción: “Si en la película de ser mujer, estás harta de tu papel / Pisa el acelerador…”.
«Dentro del universo creativo de Joaquín Sabina hay una fuerte presencia de la mujer. Según mi opinión, la presencia de la mujer en sus canciones puede dividirse en cuatro grupos: la mujer invisible, la mujer fatal, la mujer rota y la mujer libre».
En ningún caso se aprecia machismo en las canciones, sino desencuentro entre amantes y perspectivas individuales, le explico. Y es que, si algo hay en las canciones de Sabina es diversidad, como en la naturaleza y la vida real. Ocasión que aprovechó Lola para recordarme la frase de Milton Diamon: “La naturaleza ama la diversidad, desafortunadamente la sociedad la odia”.
«En ningún caso se aprecia machismo en las canciones, sino desencuentro entre amantes y perspectivas individuales».
Pero claro, después de contarle todo esto, llegaba el turno de preguntarnos cómo una afirmación hecha por una musicóloga sin argumentos y que impartía un cursillo para alumnos de instituto se propagaba como la pólvora por los periódicos más importantes del país. Y en cambio, en otros casos cueste dios y ayuda que los medios no lo ignoren a uno. Yo, ingenuo de mí, sigo sin saber la causa, pero mi amiga Lola lo tiene claro, porque ella está siempre muy segura de casi todo.
«Yo, ingenuo de mí, sigo sin saber la causa, pero mi amiga Lola lo tiene claro, porque ella está siempre muy segura de casi todo».