Por Elena Mayor Lozano, CEO en EmotionHR y vicepresidenta de la Asociación Nacional de Felicidad de Personas y Organizaciones, Conciencia y Compasión.
Hemos normalizado una forma de vida que nos hace sentir desgraciados en un mundo estresado.
En nuestro afán de ganarle la carrera al tiempo, vivimos sintiendo que lo que hacemos nunca es suficiente, centrados en el futuro, en lo que queda por hacer, sin pararnos a considerar el valor de lo que sí hemos hecho. Eckhart Tolle dice que el estrés no es otra cosa que desear estar ahora en un momento del futuro.
Las mujeres nos llevamos el premio gordo en este vivir corriendo como “pollos sin cabeza”, como diría Victor Kuppers, porque la época de mayor productividad de la vida de los seres humanos, el momento de la expansión profesional, coincide con la época de la maternidad. Y todas sabemos que ser madre se pega de tortas con ser una mujer de éxito y que por eso nos toca pelear con la vida para conseguir conciliar esos dos papeles a los que no queremos ni debemos renunciar: ser madre y ser profesional.
«Las mujeres nos llevamos el premio gordo en este vivir corriendo como “pollos sin cabeza”, como diría Victor Kuppers, porque la época de mayor productividad de la vida de los seres humanos, el momento de la expansión profesional, coincide con la época de la maternidad».
¿Y por qué vivimos en un mundo estresado, que nos produce malestar?
Porque nos complicamos la vida, cada uno a su estilo. No existe una única razón para vivir a la carrera, sin disfrutar de la vida, adoptamos una u otra en función de nuestro estilo personal. Veamos algunas habituales:
-Perfeccionismo. Esta causa es común en las personas que se exigen demasiado, que confunden hacer bien las cosas con hacerlas perfectas. Y hacer las cosas lo mejor posible no es algo negativo, por supuesto, pero obsesionarse por alcanzar la perfección es un ideal imposible, porque nadie puede hacer las cosas perfectas. Ponerte un 10 en todos los ámbitos de tu vida y en todos los momentos (alcanzar tus ambiciosas metas profesionales, tener un cuerpo de atleta y tener una casa envidiable, por ejemplo), puede hacerte caer en una especie esclavitud que curiosamente, sólo te impones tu. La excelencia debe ser una meta a la que tender, pero no debemos convertirla en la norma.
«Hacer las cosas lo mejor posible no es algo negativo, por supuesto, pero obsesionarse por alcanzar la perfección es un ideal imposible, porque nadie puede hacer las cosas perfectas».
-Complacer a otros. La empatía excesiva nos conduce a multiplicarnos para conseguir que todos los que consideramos protagonistas de nuestra vida estén satisfechos: tu jefe, tus hijos, tu madre, tus amigos, tu compañero de trabajo, etc.
Tener empatía hacia los demás e intentar ayudarles, conectarte con ellos y compartir, es algo positivo, el problema es que a veces esta actitud no es bien entendida por las personas a las que prestamos nuestra ayuda. Quitarte protagonismo para regalárselo a ellos los convierte en tiranos y en lugar de mostrar agradecimiento, suelen literalmente “tirar de ti para conseguir sus propios objetivos”, exigiéndote en el futuro que sigas ofreciéndoles tu tiempo y tu esfuerzo. Están acostumbrados a disfrutar de tu dedicación y no están dispuestos a perderla ahora. Plantéate quién es el responsable de que tú no seas la verdadera protagonista de tu vida.
«Quitarte protagonismo para regalárselo a ellos los convierte en tiranos y en lugar de mostrar agradecimiento, suelen literalmente “tirar de ti» para conseguir sus propios objetivos».
-Competitividad. Muchas personas son muy competitivas. Colocan el éxito como la meta a conseguir, se otorgan valor en relación a los éxitos que consiguen y eso les lleva a desearlos por encima de todo lo demás. La motivación puede estar en el dinero, el estatus social, el poder o la capacidad de influencia. El resultado es lanzarse a una carrera competitiva que se encuentra en el centro de sus vidas y que roba todo su tiempo y sus energías.
La competitividad no es negativa, pero la obsesión por ser el mejor, por triunfar, a costa de lo que sea, nos empuja a vivir una vida donde no hay cabida para mucho más, excepto trabajar y dedicar al trabajo todo el tiempo y olvidarte de disfrutar de todo lo demás que te ofrece la vida.
«La competitividad no es negativa, pero la obsesión por ser el mejor, por triunfar, a costa de lo que sea, nos empuja a vivir una vida donde no hay cabida para mucho más».
Si te sientes identificada, dime si realmente quieres esto. Si la respuesta es NO, ¿por qué lo haces?
Puede que nunca hayas hecho un alto en tu vida y te hayas planteado si realmente esta vida que tienes es la que quieres. Si lo has hecho y la respuesta es positiva, adelante. En la vida hay que elegir y si esta es tu elección consciente, se consecuente. Si, por el contrario, te das cuenta de que seguir así no te hace sentir bien y que deseas cambiar, entiende que uno de los hábitos que caracterizan a la gente infeliz es precisamente el arte de complicarse la vida, que no es otra cosa que aceptar, sin saber muy bien por qué, una vida de estrés constante que definitivamente no te hace sentir bien.
«Uno de los hábitos que caracterizan a la gente infeliz es precisamente el arte de complicarse la vida, que no es otra cosa que aceptar, sin saber muy bien por qué, una vida de estrés constante que definitivamente no te hace sentir bien».
¿Crees que tus hijos quieren una madre o una superwoman?, ¿crees que tu jefe quiere un manojo de nervios o una profesional eficiente?, ¿crees que tu pareja te quiere por tu aspecto perfecto o por ti? ¿Quieres continuar en esta vida estresada o prefieres traer sosiego a tu vida?. Quizá prefieras cambiar, vivir la vida, no dejar que ella pase por ti simplemente, mientras estás distraída con mil cosas que atender.
Entonces, ¿qué hacer? La respuesta es SIMPLIFICAR TU VIDA.
Estoy segura de que puedes renunciar a muchas de las cosas que ahora ocupan tu tiempo y te hacen sentir frustrada habitualmente.
Antes de nada, mírate y fíjate si eres alguien que se exige la perfección. Si eres así, piensa que es bueno establecer una meta de calidad en lo que haces, que está bien querer hacer las cosas lo mejor posible, pero entre lo mejor posible y lo perfecto, hay una distancia que supone un coste excesivo y que quizá no merece la pena recorrer.
Si buscas el éxito a toda costa, plantéate que vas a abandonar otras áreas de tu vida que quizá son sensibles para ti, como tu familia. La familia es uno de los elementos centrales en la vida de una persona y renunciar a ella supone aceptar un coste personal que debes evaluar. Se puede ser exitoso en el trabajo y en la vida personal, balanceando el peso que esas dos áreas tienen en ti como mujer.
«Si buscas el éxito a toda costa, plantéate que vas a abandonar otras áreas de tu vida que quizá son sensibles para ti, como tu familia».
Finalmente, si eres de las que se dan a los demás, entiende que ser aceptada y valorada por los demás no te exige dedicarte en cuerpo y alma a satisfacer sus deseos. Debes aprender a poner límites entre satisfacer a otros y satisfacerte a ti. Identifica qué necesitas tú y no renuncies a ello. Cuando hayas solucionado tus propias necesidades, lánzate a ayudar a otros, pero nunca a costa de ti misma. Y puestos a poner límites, aprende a hacerlo con las exigencias de ellos. La dedicación total a los demás les produce dependencia de ti y les impide desarrollar sus propias habilidades y esfuerzo para conseguir sus propias metas. Exacto, estoy pensando en los hijos. Pero también es aplicable a tus padres, amigos o jefes. Ponles límite.
«Debes aprender a poner límites entre satisfacer a otros y satisfacerte a ti. Identifica qué necesitas tú y no renuncies a ello. Cuando hayas solucionado tus propias necesidades, lánzate a ayudar a otros, pero nunca a costa de ti misma».
Puede que no nos identifiquemos con ninguno de esos estilos personales, pero aún así sintamos que nuestra vida es inasumible, que se nos escapa en mitad de una carrera imposible. Seas como seas, quizá tu vida sea estresante porque te autoimpones una agenda imposible.
Una vez caí en la cuenta de la trampa en la que solemos vivir: compramos muchos objetos (electrodomésticos, dispositivos, etc.) que nos permiten “ahorrar tiempo” y cuando hemos conseguido ahorrarlo, comprobamos que nos sobra tiempo para llenarlo con más actividades que finalmente se convierten en exigencias. Y vuelta al punto inicial. No hay manera de librarnos de la presión del tiempo sin un cambio de mentalidad.
¿Cómo podemos cambiar la mentalidad?
Cuando simplificamos nuestra vida, bajamos los niveles de estrés y disponemos de tiempo para disfrutar de las pequeñas cosas que nos hacen feliz: escuchar música, disfrutar de una tarde de sol o volver a casa caminando.
Simplificar nuestra vida es tomar decisiones racionales sobre lo que de verdad tiene importancia. Se consciente de la cantidad de cosas que haces en el día que realmente podrías evitar, delegando esa actividad en otras personas, contratando servicios que se encarguen por ti o simplemente aceptando vivir con menos cosas, pero invirtiendo mejor tu tiempo. Compra todo eso por amazon y deja de invertir toda la tarde en hacer compras para dedicarla a jugar con tu hijo, o a escuchar a tu adolescente mientras compartes con él una actividad deportiva.
«Se consciente de la cantidad de cosas que haces en el día que realmente podrías evitar, delegando esa actividad en otras personas, contratando servicios que se encarguen por ti o simplemente aceptando vivir con menos cosas, pero invirtiendo mejor tu tiempo».
Dedicarle tiempo a nuestra pareja puede ser fundamental para que la relación continúe siendo saludable. Esto es prioritario para nosotros. No debemos permitir que desaparezca de nuestra agenda porque tenemos que hacer muchas actividades que permitan que la “máquina compleja” en que hemos convertido nuestra vida, pueda continuar funcionando.
Obsesionarnos por atenderlo todo y hacerlo con calidad nos lleva a querer ejercer el “control” más absoluto sobre nuestra vida. Agendar la vida por completo tiene tres efectos:
–Eliminar la aventura, porque cuando todo es absoluta certidumbre, no hay espacio para que la vida ocurra.
-Controlar tu vida en exceso afecta a las personas de tu entorno y ya sabes lo tóxico que es intentar controlar la vida de los demás.
-La tensión de mantenerlo todo bajo control en todo momento te lleva a la frustración, la irascibilidad y la tristeza.
Cuando decides eliminar todo lo que no te aporta un valor fundamental, te relajas y comienzas a vivir una vida más cómoda y satisfactoria.
«Obsesionarnos por atenderlo todo y hacerlo con calidad nos lleva a querer ejercer el “control” más absoluto sobre nuestra vida».
Sé que ahora consideras complicado renunciar a la sesión de peluquería y manicura de los viernes, pero considera si eso compensa que no veas a tus hijos esa tarde. Busca a alguien que vaya a casa a hacer ese servicio, te aseguro que hay gente que está disponible en ese sentido. Si eres muy social y tienes muchos compromisos, quédate con los ineludibles o los realmente importantes y baja el ritmo, reutiliza ese tiempo para otras actividades que te hagan sentir bien. Dedícatelos a ti.
«Anímate a eliminar todo lo que en tu vida te roba tiempo y resulta superfluo».
Anímate a eliminar todo lo que en tu vida te roba tiempo y resulta superfluo. Y sobre todo, no controles tu vida y la de los demás. Finalmente, busca maneras de hacer cómodo tu día a día y disfruta del resultado.