Por Elena Mayor Lozano, CEO en EmotionHR y vicepresidenta de la Asociación Nacional de Felicidad de Personas y Organizaciones, Conciencia y Compasión.
Comparto con muchos la certeza de que esta crisis nos va a cambiar profundamente. Sin embargo, parece difícil aventurarse a describir un escenario realista en mitad de la inmensa incertidumbre.
Nos espera un futuro incierto, con una profunda crisis económica y más rebrotes pandémicos anunciados, pero entre tanta noticia apocalíptica, toca entrever algo bueno que nos haya dejado esta nueva realidad. No puedo dejar de creer que cada crisis trae una oportunidad.
En el siglo XIV la peste bubónica aniquiló al 60% de la población europea. La terrible y temible pandemia de aquellos tiempos comparte varios aspectos con nuestra situación actual: era también una enfermedad zoonótica -transmitida por animales, en concreto las ratas entonces-, se contagió a toda la escala social, aquel bicho tampoco diferenciaba entre ricos y pobres, y tampoco había cura o vacuna conocida. La peste consiguió destruir el sistema social y económico existente. En definitiva, ellos sufrieron una enfermedad transmitida por los animales, sin cura conocida, que mató a millones de personas y que destrozó el sistema de vida establecido, algo parecido a lo que tenemos nosotros ahora. Pero la peste también trajo algo bueno: el final de la Edad Media y la llegada del Renacimiento.
Ese gran mal, que causó la muerte a 25 millones de personas sólo en Europa, introdujo también una gran nueva oportunidad: la época de mayor esplendor creativo de la humanidad.
Desde esta perspectiva, podríamos afirmar que los grandes desastres son a la vez grandes aceleradores de lo nuevo, sólo que nosotros nos hacemos los sordos y los ciegos. La anterior crisis financiera nos animaba a hacer cambios profundos en el modelo económico, eso era lo que se respiraba entonces, pero no lo hicimos, volvimos a las andadas. Cuando nos sentimos recuperados, volvimos a la especulación, a las malas prácticas empresariales, a los políticos ocupados de su autoperdurabilidad y no al servicio de los ciudadanos y a la economía basada en el consumo desaforado. Haciendo un ejercicio de “pensamiento mágico”, se me ocurre que quizá este virus ha llegado para darnos un golpe en la cara y recordarnos que ya está bien de que no queramos darnos cuenta de que no podemos seguir viviendo como lo hacemos.
«Los grandes desastres son a la vez grandes aceleradores de lo nuevo, sólo que nosotros nos hacemos los sordos y los ciegos».
Por eso propongo que cada uno tome acción y haga lo que esté en su mano para soportar todo lo malo que llega y enfrentarlo valientemente, buscando una manera de adaptarse dentro de sus limitaciones. Y, a la vez, propongo también que intentemos aprender de estas grandes llamadas de atención de la vida y que busquemos en nuestra sombría desesperanza un rayo de luz, el aprendizaje que nos traen estas desgracias, un aprendizaje que dará entrada a algo nuevo, haciendo un ejercicio obligado de búsqueda de esperanza en un mundo triste, como el que todos compartimos ahora.
Rebuscando entre lo poco bueno que ya tenemos, se me ocurre que el virus está atendiendo algunas de nuestras grandes reivindicaciones, siempre es importante agradecer lo que sí tenemos.
«Propongo también que intentemos aprender de estas grandes llamadas de atención de la vida y que busquemos en nuestra sombría desesperanza un rayo de luz, el aprendizaje que nos traen estas desgracias».
El virus ya ha dado respuesta a algunas de nuestras grandes reivindicaciones
Estamos a las puertas de una gran crisis económica, pero también de una forma nueva de trabajar: el teletrabajo, que ha llegado a todos los sectores económicos para quedarse, una de las grandes reivindicaciones de las teorías de la felicidad en el trabajo y de los trabajadores en general.
Teletrabajar repercute positivamente en otras grandes áreas. Eliminar los desplazamientos al trabajo nos permite ganar tiempo y organizarnos mejor, conciliando nuestra vida personal y profesional, otra de las grandes reivindicaciones globales para alcanzar el bienestar social.
La reducción de los desplazamientos al trabajo, o el transporte en bici, como parece que se está intentando promover desde el Gobierno, reduce muy notablemente el tráfico y la inversión en energía sucia, como el petróleo, lo que además de minimizar el gasto en compra de este tipo de recurso energético, trae como consecuencia unos bajísimos niveles de contaminación, otra de las grandes reivindicaciones de la sociedad.
Supone un gran respiro para el planeta y para la gestión adecuada de nuestro tiempo, algo que vaticino no se quedará en la actual situación de confinamiento y seguirá en la época postcovid. Y te recuerdo que gestionar bien nuestro tiempo es gestionar bien nuestra vida.
Mirando con visión analítica, también veo que el virus está cambiando nuestra escala de valores, espero que de manera profunda y duradera.
«El virus está cambiando nuestra escala de valores, espero que de manera profunda y duradera».
El virus cambia nuestros valores
El hombre se ha dado cuenta de que no es Dios, como dice un buen amigo. Creíamos que podíamos controlar el planeta, nos sentíamos con capacidad para controlar la naturaleza y las enfermedades, pero el control es una ilusión y lo que vivimos supone un importante baño de humildad. Es algo así como que la Naturaleza nos advierte de lo pequeños que somos en realidad cuando se despierta y decide poner las cosas en su sitio. Es tiempo de recuperar valores como la paciencia y la humildad.
El control es una ilusión y la incertidumbre es la realidad: quizá este sea el gran aprendizaje que dejará el Covid-19. Dejar de buscar certidumbres y seguridad en una vida que es impredecible es una buena enseñanza. Y entender que todo es impredecible y que en un momento podemos perder todo lo que teníamos nos hace un poco más libres, menos dependientes de lo material. Es momento de plantearnos si debemos perseguir una vida segura o una vida feliz, basada en las personas y no en las cosas.
«El control es una ilusión y la incertidumbre es la realidad: quizá este sea el gran aprendizaje que dejará el Covid-19».
Un afamado expresidente siempre dice que deberíamos dedicarnos a comprar tiempo y no a comprar cosas, entendiendo que gastamos nuestro tiempo en trabajar para ganar dinero que nos permitar comprar cosas, cuando lo que nos hace más felices no son las cosas, sino el tiempo. En este momento en que es difícil comprar cosas, tenemos tiempo. ¿Eso es lo que queremos? ¿Buscamos un futuro de gratificación mediante el consumo o de gratificación compartiendo tiempo con aquello o con quienes son realmente significativos para nosotros? Es tiempo de decidir qué es lo que queremos de verdad en la vida.
El virus nos acerca, alejándonos
No puedo saber cuál será el resultado final de esta experiencia planetaria, pero sé que está teniendo dos efectos aparentemente opuestos: permitirnos convivir a solas con nosotros mismos y a la vez juntarnos para aunar fuerzas.
Antes del confinamiento, muchos han estado viviendo sumergidos en la prisa, en la urgencia de lo inmediato, sin analizar lo que quieren, huyendo de sí mismos. Dar prioridad a una siempre enorme carga de trabajo, a las relaciones sociales sin contenido, al hecho de obtener valor personal mediante el éxito social, priorizar eso parece ocultar un vacío interior. Esa huida hacia adelante no puede continuar ahora. Este es también el momento de parar, reflexionar y afrontar la vida. Si sólo conseguimos esto, ya será un gran logro.
Es también tiempo de vivir la vida de una forma más saludable. De adquirir nuevos hábitos, olvidar el ocio descontrolado y desmedido y organizar un poco nuestras vidas acercándonos a nuestras necesidades y deseos personales, adquiriendo nuevas maneras de aumentar nuestra salud y bienestar.
Ese ponerse en modo “reflexión personal” y esa soledad forzosa del confinamiento, convive perfectamente, de manera asombrosa, con la unión de fuerzas. Hemos comprobado que la única manera de vencer la pandemia es ponernos de acuerdo. Todos aislados nos sentimos más unidos que nunca para luchar contra el enemigo común. Es curioso que un bicho venga a recordarnos que lo único que nos salva como especie es volver a la conciencia de unidad.
«Hemos comprobado que la única manera de vencer la pandemia es ponernos de acuerdo».
Este virus llega, como los bebés, con un pan debajo del brazo
Los autónomos y las pequeñas empresas son las que temen un mayor impacto en sus economías y una mayor dificultad para sobrevivir. Este virus no sólo trae muerte biológica, también trae muerte económica para algunos. Nunca se me ocurriría obviar esta terrible amenaza que se cierne sobre nuestras cabezas.
Pero la vida es dinámica y está en constante ebullición. Cuando algo muere, algo nace a su lado. Y quizá esta es la mirada con la que debemos ver esta desgracia, con la mirada de la esperanza y la confianza en la vida. No me llames ingenua, hablo de algo que ya he vivido en el pasado.
Si estamos asistiendo a la muerte de nuestros actuales negocios, rebusquemos entre los talentos que en su momento enterramos porque no nos parecían exitosos. Aprovechemos para sacarlos a la luz y probemos suerte, ahora que hay poco que perder. Quizá el virus también nos ayude a valorarnos por nuestros verdaderos talentos y no por el éxito de nuestros negocios.
Evidentemente, soy consciente de lo que llega, de lo que se nos viene encima, pero también sé que es inevitable, que a nivel individual no podemos hacer nada por evitarlo. Y, por lo tanto, tendremos que vivirlo de la mejor manera que sepamos, con imaginación y esperanza. Te invito a que busques la manera de adaptarte y la oportunidad probablemente se abra para ti en medio de esta situación.
«Si estamos asistiendo a la muerte de nuestros actuales negocios, rebusquemos entre los talentos que en su momento enterramos porque no nos parecían exitosos».
Coméntame cualquier cosa sobre tu situación personal cuando quieras en mi email: emayor@emotionhr.com.
No puedo estar más de acuerdo. Creo que saldremos de esta volviendo a los comportamientos básicos de comunidad y solidaridad sepultados por el egoísmo atroz del que, en mayor o menor medida, somos usuarios todos. La creatividad para descubrir nuevas soluciones y formas de hacer las cosas nos invita a romper prácticas «de toda la vida» en pro de consumos inteligentes, economía circular y ecología que harán espacios mejores repletos de optimismo y respeto por la vida.
Gracias por tu reflexión llena de buen sentir y con gran carga lógica, es muy necesario mirar hacia adelante y con esperanza aunque son momentos de gran zozobra para muchos. Quizás llego el momento de asesorar a lo demás, de bailar como profesión, de meterse en los fogones o de tener un gym para el alma y no solo para el cuerpo.
Desde luego pensando, para el futuro inmediato, como mantener costumbre más saludables para uno y para los demás.
Un verdadero placer leerte, y con muchas ganas de volvernos a ver con una cervecita en la mano.